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La soledad mata a tantas personas como el tabaco
Elsa Punset cree que a pesar de que la sociedad está cada vez más interconectada, sentirse solo puede ocasionar un impacto mental y físico
MADRID. Actualizado: GuardarLa soledad es la epidemia del siglo XXI. En un mundo cada vez más interconectado y donde parece que no es posible pasar una hora sin mirar el móvil o mandar un mensaje, las personas cada vez se sienten más solas y se tienen menos amigos íntimos. La divulgadora científica Elsa Punset llegó a estas conclusiones tras observar el comportamiento humano durante su carrera y publicar varios estudios de este tipo. En su opinión, el impacto de la soledad no es solo mental, es físico e incluso genético. Sin embargo, implementar buenas políticas preventivas de salud mental no parece políticamente rentable y eso puede ocasionar que las personas cada vez tengan una peor inteligencia emocional, lo que la autora describe como la capacidad que tiene cada uno para cambiar su forma de vida y enfrentarse a las diferentes situaciones.
Esta epidemia solo se podrá superar si el ser humano es consciente de ello y comienza a potenciar más sus relaciones personales. 'Tengo más de 100.000 amigos en Facebook pero ninguno me puede dar un abrazo de seis segundos' tituló la autora uno de los capítulos de su nuevo libro 'El mundo en tus manos' (Destino). En él sostiene que «el amor que no se expresa no sirve de nada y para que un abrazo tenga un efecto químico en el cerebro debe durar al menos unos segundos».
El problema que Punset observa en las redes sociales es que «rompen el mecanismo de la empatía, algo muy importante en el ser humano». La empatía consiste en «eso que hace que si tú estás triste o feliz, yo soy capaz de ponerme en tu piel». Lo que está ocurriendo en estos momentos es que «las personas pasan más tiempo mirando una pantalla que mirándose a los ojos», por lo que se dificulta el entendimiento entre ellos. «Los humanos tenemos un mecanismo biológico que es un pequeño milagro y que nos permite entendernos aunque no nos conozcamos de nada».
Según el último informe del Instituto Nacional de Estadística, más de 4 millones de personas viven solas en España, una tendencia creciente en las últimas cuatro décadas y que ya representa el 23,2% de los casos, mientras que en 1970 solo un 7,8% de los hogares eran unipersonales. Punset define la soledad como la ausencia de intimidad. Es decir, sentirse solo significa que la persona necesita recuperar conexiones e intimidad con los demás. Y es que la soledad «tiene mucho más que ver con la calidad que con la cantidad de relaciones que rodean a cada uno».
En un mundo superpoblado, el miedo al rechazo de los demás tiene un efecto devastador en la salud física y psíquica de las personas. Sentirse «fuera de la manada» puede ser peligroso para el cerebro que está programado para sobrevivir. Elsa Punset explicó todo esto a través del ejemplo histórico de los enfermos de sida de los años 80 en Estados Unidos, ya que fue la primera vez que se empezó a pensar que «lo emocional no era un lujo biológico sino que tenía un impacto en la salud física de las personas».
Los estudios posteriores demostraron que los homosexuales que enfermaban de sida y no habían salido del armario morían entre dos y tres años antes que los confesos, debido a los años que llevaban arrastrando este miedo social, ese conflicto interno por el miedo a que descubrieran su sexualidad. Según la divulgadora, este fue un momento de inflexión a partir del cual se empezó a estudiar por qué el dolor emocional es tan impactante en la vida.
Así, según Punset, hoy «todo el mundo tiene el mundo en sus manos» porque ha llegado el momento del «empoderamiento del individuo», es decir, todas y cada una de las personas tienen pleno poder de decisión. Ante lo que la escritora se pregunta: «¿estamos preparados para ello?». Admitió que lo más importante es ser conscientes de que hay que entrenar nuestra mente porque en la mayoría de los casos «sigue siendo una desconocida» y la mayoría de la gente no sabe nada acerca de la «plasticidad cerebral», algo muy sencillo que consiste «entrenar y cuidar la mente igual que lo hacemos con el cuerpo».
En su opinión, es muy importante ser «pioneros en el entrenamiento del cerebro». La autora describe cómo hasta los años 50 muy pocos hacían deporte porque no se conocían los beneficios para el cuerpo y ahora «todo el mundo sabe que si hace deporte se sentirá mejor».