Las lecciones aprendidas del MH370
La falta de noticias del avión agudiza la crisis económica que atraviesa la aerolínea pero servirá para mejorar la seguridad
SHANGHÁI. Actualizado: GuardarEmbarcar en el vuelo MH389 de Malaysia Airlines en Shanghái es una delicia. En un país como China, donde parece imposible que la gente aguarde en una cola ordenada, el personal de tierra se las ingenia para que los pasajeros entren por bloques según las filas en las que están sus asientos. En el interior del Airbus A-330-300 todo es impecable. El asiento, incluso en clase económica, resulta amplio y cómodo. La pantalla del sistema de entretenimiento es casi del tamaño de un Ipad, y permite ver películas, series, televisión, o elegir entre diversos videojuegos. Ya en el aire, el menú y la cubertería de metal demuestran que no todo lo que se sirve en el cielo es comida de plástico. Sin duda, Malaysia Airlines se ha ganado entrar en el Olimpo de las aerolíneas distinguidas con las cinco estrellas Skytrax, una categoría que sólo reciben otras seis compañías en el mundo, todas asiáticas.
Sin embargo, nada más aterrizar en el aeropuerto internacional de Kuala Lumpur, capital de Malasia y punto de origen del desaparecido vuelo MH370, se hace evidente que la compañía de bandera del país tiene mucha competencia. Alrededor del aparato pululan decenas de pequeños Airbus A-320 con el lema 'everyone can fly' (todo el mundo puede viajar) escrito en el fuselaje. Son los aparatos de su bestia parda: Air Asia, una compañía 'low-cost' que ha revolucionado la aviación comercial en el continente. Cuenta casi en exclusividad con una terminal para ella misma y se ha convertido en una de las principales razones por las que Malaysia Airlines sufre graves dificultades económicas.
A pesar de su magnífico servicio y de su joven flota -ha adquirido seis Airbus A-380 'superjumbo'-, la aerolínea que copa ahora los titulares de todo el mundo no consigue erguir la cabeza. Y no es la primera vez. De hecho, esta empresa pública lleva en números rojos, con alguna excepción, desde que estalló la crisis financiera del sudeste asiático, en 1997. Y justo cuando consigue beneficios, como sucedió en 2007, otra crisis la devuelve al barro. El año pasado Malaysia Airlines perdió nada menos que 270 millones de euros.
Los detractores de la compañía culpan de la situación a los gestores, a quienes tachan de corruptos e incompetentes. A pesar de ello, la empresa aseguró en febrero que pretende desembolsar decenas de miles de millones de euros para sumar un centenar de nuevos aparatos. Serían Boeing 787 o Airbus A-350 para dar respuesta a la creciente demanda de vuelos de medio y largo alcance, y Boeing 737-MAX para reemplazar a los aviones más antiguos en vuelos domésticos y regionales.
El impacto de la tragedia
Pero, ¿cómo afectará a estos grandes planes de expansión y a su reputación la desaparición del Boeing 777-200ER que cubría la ruta Kuala Lumpur - Pekín el pasado día 8? Diferentes analistas creen que su impacto dependerá de las causas que han provocado esta situación inédita. «Lo mejor para la compañía sería un secuestro», reconoce a este periódico un empleado de la compañía en Shanghái que no quiere ser nombrado. «Eso explicaría que el avión volase durante tantas horas con un rumbo fijado y exoneraría a la aerolínea de cualquier culpa». No obstante, en declaraciones a la agencia Reuters, los talibanes han negado su autoría, aunque reconocieron que ya les habría gustado poder dar un golpe de este calibre.
Peor sería para Malaysia Airlines que se determinase un accidente a bordo, aunque parece que esta posibilidad está descartada casi por completo, y supondría un gran mazazo si se confirmase que la pérdida del vuelo MH370 se debió al suicidio del piloto o del copiloto, que se despidió con un «de acuerdo, buenas noches» antes de apagar todos los sistemas de comunicación y de localización del aparato. «Eso provocaría grandes dudas sobre los controles que pasan los pilotos de Malaysia Airlines y podría aumentar el miedo que ya tienen los pasajeros», asegura el trabajador de la aerolínea. Ya sólo la incertidumbre sobre lo que sucedió a bordo ha provocado que los aviones vayan medio vacíos.
En cualquier caso, y como sucede con cada incidente, la desaparición del Boeing servirá para llevar a cabo importantes mejoras en aviación civil. Por un lado, está la evidente necesidad de conectar el sistema de control de pasajeros con las bases de Interpol, algo que habría evitado el embarque de los dos iraníes que suplantaron las identidades de un italiano y de un austriaco, cuyos pasaportes habían sido sustraídos en Tailandia. Las autoridades aseguran que no tenían ninguna vinculación con el terrorismo, pero el mero hecho de que gente pueda subirse a un avión con pasaportes robados ya es suficiente motivo de preocupación.
Por otro lado, el debate sobre la necesidad de que la información que recogen las dos cajas negras de los aviones -una graba las comunicaciones y la otra los datos de los sistemas a bordo- sea enviada en tiempo real a la compañía parece cerrado. La tecnología existe, no resulta tan cara, y habría permitido localizar el aparato de forma casi inmediata con un ahorro de decenas de millones de euros invertidos en el mayor dispositivo internacional de búsqueda de la historia, que ha requerido efectivos de una treintena de países. Es más, si las cajas no se recuperan en dos semanas, momento en el que se agotarán las baterías del sistema que ayuda a localizarlas, es posible que no se encuentren jamás y que el misterio se convierta en un 'expediente X'.
Controles de la trayectoria
Finalmente, el caso del vuelo MH370 también ha dejado en evidencia que el control del espacio aéreo es más bien escaso. Y chapucero. El Boeing 777 cruzó varios frentes de radar de Malasia, Tailandia e India, pero no fue detectado al momento, algo que también habría permitido su interceptación por cazas de las Fuerzas Aéreas y, posiblemente, habría servido para salvar vidas. En los casos de Malasia y Tailandia, todo apunta a que los operadores del radar estaban durmiendo u ocupados en otros asuntos, mientras que los sistemas indios podrían incluso haber estado apagados por completo.
La gestión de la crisis también es objeto de innumerables críticas. Las más duras llegan por parte de los familiares de las 239 personas a bordo. La falta de información, así como la sucesión de desmentidos, han hecho mella en la paciencia y se han convertido en una pesada losa psicológica. No en vano, ayer se cumplieron dos semanas desde que desapareció el vuelo, y la esperanza de que haya aterrizado en alguna parte fruto de un secuestro continúa.