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A bordo del vuelo maldito
Dos semanas después de la desaparición del Boeing, este periódico hace la misma ruta entre Kuala Lumpur y Pekín con Malaysia Airlines
KUALA LUMPUR-PEKÍN. Actualizado: Guardar«¿Quiere ventanilla de emergencia?» Tras el mostrador de facturación de Malaysia Airlines en el aeropuerto de Kuala Lumpur, la amabilidad de Susiana -como indica su chapita en la solapa- sería un buen chiste de humor negro si no fuera por las 239 personas que iban a bordo del ya famoso vuelo MH370 de dicha compañía. Justo dos semanas después de su misteriosa desaparición, que tiene en vilo a todo el planeta, este periódico tomó ayer ese mismo vuelo entre Kuala Lumpur y Pekín, cuyo código ha sido rebautizado como MH318 por respeto a los familiares de los pasajeros.
Al igual que el pasado día 8, cuando se perdió su pista en el radar, la salida estaba prevista para las 0.35 (17.35, hora peninsular española). Debido al aumento de la seguridad tras su desaparición, lo más recomendable era presentarse en el aeropuerto bastante antes de las habituales dos horas de antelación. Pero, primera sorpresa, el equipaje fue facturado en un periquete gracias a la celeridad de Susiana, mucho más eficaz que sus bromas:
-Si tiene miedo, rece- recomendó riéndose cuando le confesé mis temores ante el vuelo.
Aunque numerosas patrullas de Policía vigilaban el aeropuerto y el adyacente Hotel Sama Sama, donde el Gobierno de Malasia ha montado un centro de prensa para informar sobre la búsqueda del avión perdido, el paso por el control de pasaportes fue también rapidísimo. Primero, un agente comprueba que el nombre del billete y el del pasaporte es el mismo. Pero, curiosamente, lo hace sin comparar a su portador con la fotografía, lo que explicaría por qué dos jóvenes iraníes se colaron en el vuelo desaparecido con sendos pasaportes robados. Lo que es más difícil de saber es cómo burlaron luego la aduana, donde los agentes escanean las huellas dactilares de todo aquel que entra y sale de Malasia.
La segunda sorpresa viene en la puerta de embarque, ante la que se forma una cola kilométrica. A pesar del impacto global que ha tenido la desaparición del vuelo MH370, parece que nadie tiene miedo a viajar a Pekín con Malaysia Airlines. Antes de subirse al avión, multitudinarios grupos de turistas se hacen fotos sonrientes y las cuelgan en Facebook y otras redes sociales con sus móviles. Dibujando la 'V' con los dedos o alzando sus pulgares, exactamente igual que hicieron los desdichados pasajeros del avión desaparecido.
Tras pasar por otro arco detector de metales y un nuevo escáner para las mochilas, los pasajeros subimos al Boeing 777-200ER que nos llevará a Pekín. Es el mismo modelo que el desaparecido, un aparato que no había sufrido ningún accidente mortal en sus veinte años de servicio hasta el verano. En julio, un vuelo de la aerolínea surcoreana Asiana con más de 300 personas a bordo se estrelló en el aeropuerto de San Francisco. Murieron tres adolescentes chinas y hubo 181 heridos.
Ajenos a la tragedia, los viajeros ocupan sus asientos mientras el capitán da la bienvenida a bordo y anuncia que el vuelo, de 4.300 kilómetros, durará cinco horas y media. Con sus motores Rolls-Royce rugiendo como leones, el aparato despega a la 00.50 horas.
Dos semanas después, sigue siendo un misterio por qué el vuelo MH370 cortó sus sistemas de transmisiones y se desvió completamente de su rumbo, a la una y veinte de la madrugada, mientras sobrevolaba las aguas entre Malasia y Vietnam. Cuando nuestro avión pasa por ahí a la misma hora, según muestra el mapa de la pantalla, las azafatas reparten bocadillos. ¿Estarían haciendo lo mismo aquella noche?
En el pasaje abundan las mujeres con pañuelo en el pelo, como es tradición entre los malayos musulmanes, etnia mayoritaria del país. Junto a ellos, destacan los budistas de origen chino.
Miedo de las azafatas
Cuando la mayoría de los pasajeros llevan durmiendo un rato, las luces se apagan a 2.15 horas mientras sobrevolamos Ho Chi Minh, cuya torre de control nunca llegó a contactar con el avión perdido. Con la excusa de pedir un café, me acerco a las azafatas y les digo que no quiero dormir porque tengo miedo a este vuelo. «Nosotras también estamos asustadas, y muy apenadas por la tripulación, donde teníamos amigas cuyas familias están desesperadas», confiesa una de ellas. Aunque duda de las hipótesis del secuestro y del suicidio de los pilotos, como barajan los investigadores, prefiere no hacer comentarios porque «se ha especulado demasiado en los medios». «Lo único que queremos es que vuelvan a salvo», zanja la charla estirándose la 'kebaya', un traje tradicional del Sudeste Asiático que sirve como uniforme de la aerolínea.
A las 4.15 horas, después de un par de horas de sueño, las luces se encienden y nos sirven el desayuno: una tortilla con una salchicha y tres patatas fritas o 'nasi lemak', el plato típico de Malasia con arroz hervido en crema de coco y pollo. Ya queda menos para llegar a Pekín: sólo dos horas.
En la puerta del baño, el mejor sitio para entablar conversación, Lily Tay, una joven analista de una empresa tecnológica que trabaja en Australia, razona por qué no tiene miedo a este vuelo. «Las probabilidades de que ocurra otra tragedia en la misma aerolínea, y encima en el mismo vuelo, son ínfimas», observa junto a su madre.
El avión inicia el descenso a las 5.40 horas, mientras la claridad empieza a despuntar en un horizonte anaranjado que se abre paso entre la oscuridad. A las 6.05 horas aterrizamos en Pekín. ¿Qué hizo que el MH370 se saliera de esa raya y dónde está? Como dicen los musulmanes de Malasia, sólo Alá lo sabe.