Espías y truhanes en la Gran Guerra
Un ensayo destapa el equívoco papel y las vergüenzas de España en la contienda
Actualizado: GuardarMás vergonzante que edificante. El papel de España durante la I Guerra Mundial arroja muchas más sombras que luces. Intrigas, corrupción, oscurísimos negocios, traiciones, estafas y espionaje a gran escala marcan un tiempo revuelto en el que muchos pescaron fortunas. «Entre 1914 y 1918 el dinero corría por una España teóricamente neutral, hambrienta y necesitada». Un país que era en realidad «la despensa de Europa y abastecía a la insaciable industria bélica de los contendientes», sostiene el historiador Fernando García Sanz (Segovia, 1962), autor de 'España en la Gran Guerra' (Galaxia Gutenberg).
«Nuestro aceite de oliva se trasformó en nitroglicerina, el vino en refrigerante y el plomo el wolframio en armamento. Quienes traficaban con estas materias se forraron», afirma el autor del apasionante ensayo al que ha dedicado una década. Con el elocuente subtítulo de 'Espías diplomáticos y traficantes', derrumba un buen puñado de tópicos, empezando por una neutralidad «que fue solo nominal».
«Fueron muchos, de los March a la mayoría de los navieros, quienes hicieron enromes fortunas. El país era una gigantesca madriguera de espías de Barcelona a Gibraltar, de Vigo a Málaga; fue penetrado por todos los servicios de inteligencia que entraban en su edad de oro», apunta el experto, director del Escuela Española de Historia y Arqueología en Roma, dependiente del CSIC.
«El cine ha hecho mucho daño al mundo del espionaje», ironiza el investigador para explicar que el espía de la época nada tenía que ver con James Bond. En la Europa en llamas del primer tercio del siglo XX madura «el espionaje sistemático y gran escala». «Lo importante no era ya saber dónde estaba el polvorín; se maneja todo tipo de información útil», añade. Los grandes servicios de inteligencia se ponen a prueba «y España es el tablero de un partida de ajedrez que libran las grandes potencias a cara de perro».
La constatación de cómo espías de cualquier pelaje hormigueaban por toda España es solo una de la revelaciones del ensayo. «Además de Madrid y Barcelona los espías se infiltraron por toda España, especialmente en los puertos con industria: Sevilla tiene cerca las minas, en Bilbao estaba la siderurgia, como en Málaga, pero también había movimientos cruciales en los puertos de Cartagena, Vigo, San Sebastián, Algeciras o Canarias, todos plagado de agentes y comerciantes sin escrúpulos», enumera.
Unos espías en las antípodas de Mata Hari «que técnicamente es un fracaso». «El logro primordial de un espía es que se ignore su condición, todo lo contrario de aquella esta mujer fatal que fusilarían en París. Aquí hubo camareros, limpiadoras, empleadas de hoteles, fogoneros o sirvientes, gente sencilla y discreta, que obtuvo logros increíbles; planos, fotos e identificaciones valiosísimas, e información crucial sobe industrias clave. Actuaban como eficaces correos. Y se movieron ingentes cantidades de dinero para sobornos y compras de voluntades», explica el experto.
«Algunos fueron chantajeados por su condición sexual, otros se movieron por afinidades ideológicas, pero el denominador común era el dinero», insiste el historiador. Cita a Pilar Millán Astray, hermana del futuro fundador de la Legión, viuda y con tres hijos y apuros económicos que recibía mil pesetas, cantidad notable en la época, por cada revelación. Germanófila de pro, «copió documento secretos de la cartera del embajador británico en España, sir Arthur Henry Hardinge».
Quien no espiaba traficaba. Se hacían turbios y pingües negocios a gran escala, de modo que la paupérrima España fue la despensa de Europa. «Las judías, lentejas y garbanzos que escaseaban aquí alimentaban tropas en Francia e Inglaterra, mediante fraudulentas exportaciones a Gibraltar, sin bocas para tanto alimento. El wolframio, la pirita y el plomo españoles sostuvieron la insaciable industria bélica europea. Hubo masivas importaciones alemanas de aceite de oliva, y si escarbas comprendes que la glicerina del aceite es esencial para la fabricación de nitroglicerina», dice el historiador. «Dos tercios del plomo necesario para la industria armamentística europea salieron de Peñarroya en Córdoba, y los alemanes compraron vino español para aprovechar su alto contenido en alcohol para la fabricación de refrigerante de motores», sentencia García.