La memoria creativa de Vicente Valero
El autor de seis libros de poemas se pasa a la narrativa para reconstruir la vida de cuatro familiares marcados por un halo de extrañeza
MADRID. Actualizado: GuardarVicente Valero, autor de seis libros de poemas, ha hecho su primera incursión en la narrativa con 'Los extraños' (Periférica), un volumen de relatos en los que glosa las vidas de cuatro familiares: un jugador de ajedrez, un aviador, un exiliado republicano y un bailarín. El libro se adentra en el género de la memoria y la autobiografía para reconstruir existencias azarosas, desacostumbradas, en las que cabe siempre un ingrediente de aventura. Valiéndose de apuntes biográficos, documentos, cartas y de la experiencia que procuran los viajes, Valero ha ido recorriendo el rastro de esas vidas, en las que emergen el paisaje de la Guerra Civil, la Ibiza de los años setenta, el Sáhara o la Francia que acogió a los perseguidos por el régimen de Franco.
Por el libro desfilan el teniente Marí Juan, el artista Cervera -un bailarín que dejó atrás el seminario para abrazar su verdadera vocación, la danza-; o el comandante Ramón Chico, un militar fiel a la II República y que era una rara avis de la época: vegetariano, seguidor de la teosofía y hombre que practicaba el yoga. «Son historias de cuatro individuos reales de mi familia, a la mayoría de los cuales nunca conocí, pero que formaban parte del mundo familiar. Tengo objetos que fueron suyos, conservo fotos de ellos. En un momento dado, quise saber más de ellos, cuando los que me podían informar ya habían muerto también», asegura el escritor.
En ese empeño por saber más, Valero ha tratado de despejar los enigmas que se cernían sobre estos personajes, el misterio que los hacía diferentes y únicos. «Trabajo con materiales auténticos, pero la memoria, obviamente, es la ficción suprema. Cuanto más hurgamos en ella, más literatura acabamos haciendo». No se trata de seres estrafalarios ni de ovejas negras de la familia, sino de sujetos rodeados de un halo que los hace enigmáticos. El autor se ajusta a los hechos, sobre los que no fabula, si bien es consciente de que la memoria tiene sus limitaciones.