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Nicolas Sarkozy, durante la inauguración del instituto Claude Pompidou, el pasado día 10. :: REUTERS
MUNDO

A la escucha Sarkozy, alias 'Paul Bismuth'

«Se hará justicia», promete Hollande sin precisar si conoce el contenido de los pinchazos telefónicos a su rival

FERNANDO ITURRIBARRÍA CORRESPONSAL
PARÍS.Actualizado:

Paul Bismuth es el alias de Nicolas Sarkozy. A ese nombre tenía registrado el móvil el político más escuchado de Francia. El expresidente conservador sabía que los jueces eran todo oídos. Sospechaba, con razón, que su teléfono estaba pinchado y se agenció un aparato limpio para esquivar a la Policía. El recurso a los métodos de mafiosos, terroristas y otros tipos fuera de la ley no le ha evitado el estallido del escándalo de las escuchas, otro marrón judicial para su colección.

El Gobierno de izquierdas ha terminado por admitir que sabía que el rival potencial de François Hollande en la reconquista del Elíseo tenía las comunicaciones interceptadas. Pero el presidente socialista no precisó ayer, en su primera comparecencia ante la prensa de una agitada semana, cuándo se enteró de las escuchas a Sarkozy y si conoce su contenido. «Se hará justicia», se limitó a contestar tras declararse garante de su independencia.

Paul Bismuth existe. Vive desde hace tiempo en Israel, donde trabaja en el sector inmobiliario. Por lo menos lleva treinta años sin tener ningún contacto con Thierry Herzog, el abogado de Sarkozy. Pero el letrado se acordó de él cuando tuvo que dar un nombre al abrir una línea telefónica segura para su mejor cliente. Aquel condiscípulo de los tiempos mozos a comienzos de los 70 en el liceo Jacques Decour de París, francés expatriado, era la pantalla perfecta. «Es un método bastante descarado. Se lo he dicho a Herzog que me parecía sorprendente», ha declarado la tapadera involuntaria de Sarkozy. Pero no va a querellarse por usurpación de identidad. «No creo que haya habido voluntad de perjudicarme», se resigna.

Sarkozy y Herzog tuvieron el convencimiento del intrusismo policial en sus conversaciones cuando en noviembre transcendió que estaba pinchado el teléfono del exministro del Interior, Brice Hortefeux. Luego se supo que corrían igual suerte su colega Claude Guéant y el exjefe de la Policía Michel Gaudin, todos hombres del primer círculo sarkozysta. El abogado abrió entonces en Niza dos líneas prepagadas a nombres de terceros para poder hablar con tranquilidad con 'Paul Bismuth'. Los policías les oían decir por el número oficial «te llamo en diez minutos» y se quedaban colgados. Hasta que una noche la estratagema se repitió con Sarkozy de fin de semana en la mansión que su esposa, Carla Bruni, tiene en Cabo Negro (Costa Azul). Comprobaron qué móvil había activado el poco transitado repetidor local al cabo de los diez minutos y descubrieron el pastel.

Entre el 28 de enero y el 11 de febrero los agentes espiaron las charlas sin precauciones de los dos amigos con sus teléfonos clandestinos. Se enteraron así de que Gilbert Azibert, un fiscal amigo del Tribunal Supremo, se había interesado por un recurso de Sarkozy para que le devolvieran sus agendas confiscadas y del deseo del magistrado de conseguir un puestazo en Mónaco. Con esta base se abrió el 26 de febrero en París un sumario por violación del secreto de la instrucción y tráfico de influencias. El 4 de marzo un centenar de policías practicaron siete madrugadores registros simultáneos en los domicilios y despachos de Azibert, Herzog y su esposa en Burdeos, París y Niza. En casa del abogado de Sarkozy se tiraron diez horas, desmontaron hasta el tambor de la lavadora y se llevaron sus dos teléfonos móviles, con todos sus contactos y secretos.

De Libia a Bettencourt

Tres días después de la revelación el 7 de marzo por 'Le Monde' del escándalo, Azibert ingresó el pasado lunes en el hospital de Burdeos. El semanario 'Le Point' afirma que intentó suicidarse pero su familia dice que se cayó por las escaleras de casa. Al día siguiente el Supremo no devolvió las agendas a Sarkozy incautadas en el 'caso Bettencourt'. La decisión la tomó una sala, la criminal, diferente de la civil en la que trabaja el fiscal. El puesto al que aspiraba el magistrado en Mónaco fue atribuido el 5 de diciembre a otro pretendiente. Hay mejores ejemplos de tráfico de influencias.

Sarkozy tiene en los talones una docena de jueces, un centenar de policías especializados y medios de investigación propios del crimen organizado. Se ve implicado en media docena de causas de los juzgados anticorrupción pero no ha sido inculpado en ninguna de ellas por falta de pruebas. La única imputación se produjo en el 'caso Bettencourt', donde fue exculpado de haberse prevalido de la senilidad de la mujer más rica de Francia. Sus conversaciones telefónicas de los últimos seis meses con amigos, familiares, políticos, empresarios o periodistas se guardan en algún lugar de los locales de la brigada financiera, casualmente antigua sede de 'Le Monde'. Los gobernantes socialistas dicen que sólo saben que no saben nada. Hablan de oídas.