
Tatuajes de la infamia
Un donante anónimo regala al Museo de Auschwitz cinco sellos con que los nazis marcaban a los prisioneros del campo
Actualizado: GuardarEl campo de concentración de Auschwitz cuenta con nuevos objetos que hablan del horror y la infamia perpetrados por los nazis. Un donante que ha preferido permanecer en el anonimato ha donado al museo del centro de exterminio cinco piezas originales de placas metálicas con agujas que usaron los nazis para tatuar a los prisioneros como si fueran ganado. Según explicó el portavoz del establecimiento, Bartosz Bartyzel, los artilugios se obtuvieron hace unas semanas, después de los expertos acreditasen su autenticidad.
Las piezas que se han incorporado a la colección son placas de metal desmontables con agujas de unos dos milímetros de largo que los alemanes combinaban para formar series de cifras. En cada sello figura un número formado un cero, dos tres y dos seis o nueve, para formar números que servían para identificar a los prisioneros. Los objetos se encontraron en 1945 durante la evacuación del campamento, pero es ahora cuando han salido a la luz y se ha hecho pública su existencia.
El hallazgo se ha producido cuando menos se esperaba. «Después de tanto tiempo, nadie esperaba descubrir las herramientas originales», aseguró Piotr M. Cywinski, director del Museo de Auschwitz. «Esos sellos enriquecerán enormemente una nueva exposición que estamos preparando», apostilló.
Los tatuajes comenzaron a hacerse en los campos de Auschwitz y Birkenau debido a la alta mortalidad que se registraba, lo que hacía imposible la identificación de los cuerpos después de que se les despojara de sus ropas.
Hasta ahora, el único instrumento conocido de este tipo se alojaba en el Museo Militar de Medicina de San Petersburgo.
Las autoridades del campo radicado en Polonia decidieron emplear las placas para marcar a los prisioneros de guerra soviéticos, a los que se les imprimía de un solo golpe el número en el lado izquierdo del pecho. A partir de la primavera de 1942, se ordenó cambiar el lugar del tatuaje al antebrazo izquierdo.
Después de la guerra, algunos supervivientes de Auschwitz se apresuraron a eliminar los tatuajes mediante cirugía o a esconderlos bajo las mangas. Sin embargo, con el paso del tiempo, otros jugaron a la lotería con sus números o llegaron a utilizarlos como contraseñas.
Para perpetuar la memoria de las atrocidades del Holocausto, algunos nietos de víctimas de Auschwitz decidieron grabarse en la piel el mismo número que llevaban sus abuelos.
Los nazis solo tatuaban a los que consideraba aptos para el trabajo. Pese a la humillación de ser marcado como una res, algunos prisioneros llevaban con orgullo el número. No en balde, era señal de que se había sobrevivido a los inviernos brutales en el campo. «Todos trataban con respeto a los números del 30.000 al 80.000», escribió Primo Levi, para quien los tatuajes eran un mecanismo más previsto por los jerarcas nazis para acometer la «demolición del hombre».