Obra 'Molino de San Antonio', del pintor cordobés Francisco Escalera. :: L. V.
Sociedad

Francisco Escalera reflexiona sobre la fugacidad del tiempo en su última muestra

El pintor cordobés inaugura mañana en Benot la exposición 'Tempus Fugit-Landscapes', con el agua como pretexto y símbolo de lo efímero

CÁDIZ. Actualizado: Guardar
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A la obra de Francisco Escalera le salen ramas a medida que al pintor le aparecen arrugas. El mismo tronco, la misma savia, sustentan el trabajo del artista cordobés, que vuelve a exponer en la galería Benot después de casi cuatro años. Regresa a Cádiz con una colección diferenciada a la 'Estivalia' que trajo en el verano de 2010, aunque heredada o consecuencia natural de aquella. Escalera (Córdoba, 1965) inaugura mañana una exposición titulada 'Tempus Fugit-Landscapes-Paisajes', compuesta por una veintena de cuadros de diferentes formatos de la serie 'Territorios de agua', que vendría a ser el marco general del proyecto al que está consagrado en los últimos años. Una de esas ramas o subserie del autor es 'Guadalquivir', cuyas obras también se exhiben en la galería gaditana. El río de su ciudad natal actúa como pretexto y reflexión con el paisaje circundante adquiriendo protagonismo y buscando a través de sensaciones de formas y colores, de espacios trascendentes y líneas compositivas, «una transformación del paisaje actual, elaborando la obra y prestando atención a los recuerdos sugeridos tras un recorrido vital y una documentación de la realidad».

El artista cordobés, que cuenta con una dilatada trayectoria y un curriculum trufado de reconocimientos de premios y jurados de diversa índole y procedencia geográfica, desarrolla una pintura realista, aunque cargada de subjetividad. La técnica, apunta, se presupone en cualquier profesional del arte. Por eso, su empeño consiste en el mensaje que gritan o simplemente susurran sus piezas. Escalera trata de hacer reflexionar al espectador, les obliga a elaborar una lectura que compartir. El trasfondo de sus trazos y sus manchas de color lleva tiempo teniendo que ver con la fugacidad. Con lo efímero de los paisajes, modificados por la mano del hombre, pero también por el transitar y transmutar de las personas. «Esos paisajes son metáforas de nosotros mismos, cambian su fisionomía, su luz, al igual que nosotros. Cambia nuestra vida, nuestros sentimientos, nuestra forma de ver las cosas», resalta el pintor. La evolución personal se acompaña de una modificación en el estilo. Así, el pintor cordobés habla de un «calentamiento» del color a medida que se inicia en nuevas composiciones, aunque, en este sentido, apunta que la suya es, en general, una «pintura castellana, sobria, sin efectismos». Y comprometida, él como artista, pero también como habitante de este planeta. Su entrega al pincel y al simbolismo de sus óleos le ha valido ya decenas de reconocimientos. Destacan, entre otros muchos, el 1º Premio en el Certamen Nacional de Bellas Artes (Sevilla 2003), 1º Premio en el XI Certamen Maestro Mateo (Córdoba, 2003), 1º Premio en XXII Convocatoria Pintor Sorolla (Elda. Alicante, 2004), 1º Premio en XV Cartell de Premis Arts del Principado de Andorra (2009) y 1º Premio Fundación Teresa Rivero (Jerez de la Frontera. 2010), 1º Premio Concurso de pintura Adour-Bidasoa (Irún, 2011), entre otros muchos. Desde la última exposición en la Galería Benot, el artista ha mostrado su pintura en Madrid, Granada, Córdoba y Elche. En la actualidad trabaja con diez galerías repartidas por todo el país.