Rouco se marcha deplorando la «exclusión de Dios» en la vida pública
El cardenal abandona el cargo de presidente del episcopado con la advertencia del peligro de «rupturas insolidarias» de la unidad de España
MADRID.Actualizado:Rouco, el cardenal que ha atesorado mayor poder en la Iglesia en los últimos tiempos, cree que los católicos viven un trance difícil. Ayer, en su despedida como presidente de la Conferencia Episcopal, deploró el olvido de Dios. Rouco invocó al papa Francisco al lamentar el auge de la cultura mundana, «que arrincona a Dios en la vida privada y lo excluye del ámbito público». El arzobispo de Madrid liberó sus viejos demonios y denunció los «graves problemas de identidad» de España, «amenazada por posibles rupturas insolidarias».
Un día antes de ceder al testigo al frente de la jerarquía católica, el cardenal aseguró que el país está sumido en una situación cultural «postcristiana». Prueba de ello es la «crisis profunda» que atraviesa «el matrimonio y la familia», lo que se traduce en el «envejecimiento alarmante de nuestra sociedad».
Antonio María Rouco Varela ha regido los destinos de la Iglesia durante 12 años, a lo largo de dos periodos, de 1999 a 2005 y de 2008 a 2014. Con 77 años y tras haber cumplido con holgura la edad preceptiva de jubilación, establecida en los 75 años, Rouco se va describiendo un panorama aciago. «La cultura disgregadora y materialista del tener y disfrutar se percibe en muchos campos, en particular, respecto de los inmigrantes, afectados, como también las clases medias, por la crisis cultural y económica», aseveró.
El clérigo que más ha influido en la vida política española aprovechó la oportunidad para quejarse de la mediocridad de sus dirigentes, cuyo «discurso público es más bien pobre» y está lastrado por el «relativismo y el emotivismo».
Su última alocución ante la asamblea plenaria la dedicó a repasar el medio siglo de historia de la Conferencia Episcopal. Rouco evocó alguno de los documentos más relevantes que ha alumbrado el episcopado, entre los que destacó uno de 2002 referido al terrorismo. En esa reflexión se apuntaba a «un cierto nacionalismo totalitario como matriz ideológica del terrorismo de ETA». También citó otro de 2006 en el que los obispos censuraban «las propuestas políticas encaminadas a la desintegración unilateral de la unidad cultural y política de esa antigua nación que es España».
Para el responsable de la jerarquía católica, España padece una «honda crisis religiosa, moral y cultural», un declive que sirve para contextualizar el hundimiento económico que sufre el país. Rouco defendió el papel de la familia cristiana en la educación de los hijos, frente a «las tendencias monopolizadoras del Estado como sujeto único» en la enseñanza. El cardenal insistió en que España necesita una «nueva evangelización» y es por tanto tierra de misión. Toda una paradoja para un país que solo en el siglo XX ha alumbrado un gran número de mártires y beatos. «La Conferencia ha contribuido a que su memoria y su culto vayan tomando normal carta de naturaleza en la Iglesia», dijo.
El presidente del episcopado, ariete del laicismo, sostiene que la secularización gangrena no solo la vida social, sino también la vida interna de la Iglesia. Hasta el viernes, los obispos abordarán la renovación de toda la cúpula episcopal, salvo el cargo de secretario general, que ya fue elegido en noviembre. Para suceder a Rouco se barajan los nombres del arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez, quien parte como favorito para llevar las riendas de la Iglesia. También figuran en las quinielas el titular de la archidiócesis de Valencia, Carlos Osoro, y el arzobispo castrense, Juan del Río, quien encarna la opción más aperturista.
Ricardo Blázquez, que ya fue presidente entre 2005 y 2008, cuenta con numerosos apoyos para dirigir la jerarquía católica. Una norma no escrita dice que quien es elegido una vez para el puesto ha de renovar su mandato para una segunda ocasión, cosa que no sucedió con Blázquez. En cierta manera el episcopado está en deuda con él y su elección sería una forma de reparar el agravio. Aparte de su temperamento moderado, Blázquez ha sabido desenvolverse en situaciones comprometidas. Recibido con hostilidad en la diócesis de Bilbao por su afiliación no nacionalista, cosechó el afecto de los fieles con tesón y trabajo. Por añadidura, el Vaticano le encomendó poner orden en la rama civil de los Legionarios de Cristo, sacudida por los escándalos de pederastia.
Conseguir que arraigue el movimiento renovador del papa Francisco en la Iglesia española no será una tarea sencilla. No en vano, la Conferencia Episcopal está diseñada con la horma de Rouco, formado en el magisterio de Juan Pablo II y, en menor medida, de Benedicto XVI.