Apuntes

La violencia en los cimientos

La desoladora denuncia de una profesora muestra hasta qué punto se ha enquistado una relación viciada en algunas aulas de la provincia

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La sociedad sólo repara cuando los medios de comunicación recogen algún caso concreto. En todo caso, cada familia regresa al temor y la zozobra cuando tiene conocimiento de algún episodio cercano, en el centro educativo al que acude a diario. Pero la violencia en las aulas es un drama sordo, invisible y constante. En algunas aulas de algunos centros de la provincia se ha convertido en el síntoma de una relación viciada en la que los menores acosan hasta a sus profesores. Los últimos casos que habían trascendido tenían como vínculo las redes sociales y desagradables escenas con el sexo como fondo. Los presuntos protagonistas, víctimas o no, eran menores. El último caso, sin embargo, es el de una docente que asegura haber vivido un calvario de meses en un colegio de Barbate. Ha denunciado, ante la Justicia ordinaria pero no ante las instancias administrativas de Educación, acciones que deben ser comprobadas como ciertas pero que rozan lo intolerable. Desde el robo del móvil hasta semanas de insultos y descalificaciones, de vejaciones a la propia profesora y a su familia.

Más allá de que la Policía y la Consejería implicada traten de esclarecer los hechos, de encontrar las últimas responsabilidades, el desesperado relato de una mujer que se declara aterrada ante la posibilidad de volver al centro deber promover a la reflexión.

Es preciso entender qué tipo de clima se ha creado en algunas clases de algunos colegios, hasta qué punto ha llegado la inacción, la omisión que permite a chavales amargar la vida de compañeros o de profesores de forma sistemática sin que parezca tener consecuencias.

El hecho de que no se conozcan más episodios no significa que no existan.