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Lela Fontao, en uno de los rincones de la conocida Venta de Vargas. :: C. C.
SAN FERNANDO

«Ahora otros destrozan nuestra lucha»

Mujeres Salineras cumple 25 años de labor social y solidaria en la ciudad

CARLOS CHERBUY , sanfernando@lavozdigital.es
SAN FERNANDO.Actualizado:

El nervio con el que se expresa y el atropello en sus palabras son las señas de identidad del espíritu luchador que guarda. Aquel que mantiene intacto a pesar del transcurso del tiempo y que hace 25 años le empujó a dar un paso al frente y crear una asociación que peleara por los derechos de la mujer. Gesticula, salta de tema y todo ello sin agachar la mirada en ningún momento. Clava los ojos en la persona con la que habla y en ellos enseña su garra, la que hace que no se le caigan los anillos por echar una mano a todo aquel que lo necesite. Igual que hacía en 1989, igual que hace ahora. Más años, más batallas, pero el mismo convencimiento. Unas ideas que Lela Fontao hizo presentes en Mujeres Salineras.

El colectivo surgió en una época en la que la Transición había dejado paso a movimientos sociales que buscaban sortear las represiones para expresarse libremente. Eran nuevos tiempos pero salpicados aún de ataduras, en especial para la mujer. «Todavía era complicado ver a una mujer independiente. Lo que se esperaba es que estuviera en casa a la espera de que llegara el marido para ponerle el plato caliente en la mesa». Una mujer que dedicara todo su tiempo a los hijos y que no dejara a los hombres en evidencia con sus ideas. «Pero teníamos derecho a vivir y no hacíamos nada malo por querer ir juntas de excursión a divertirnos, por jugar al parchís, por cierto a la Pastori, la madre de María, le encanta jugar al parchís, en fin por hacer cosas y por luchar para evitar que nos hicieran cosas».

Fueron muchas las mujeres que buscaron ayuda, consuelo, cobijo ante el maltrato que sufrían. Otras lo hicieron para que le echaran una mano ante su precaria situación. De golpe y porrazo la entidad, llamada Mujeres Salineras porque estaba compuesta por esposas, hijas, nietas de salineros, llegó a contar con 700 socias. «Eso sí, muchas de ellas a escondidas de su marido. Estaba mal visto y hemos soportado más que comentarios. Muchas teníamos a otras que nos avisaban por si veían a nuestros maridos».

Ahora puede parecer trivial, pero entonces era romper con lo convencional y más complicado resultaba conseguirlo en pequeños municipios como era el caso de San Fernando. Poco a poco lo lograron y su función cultural, social y solidaria comenzó a ser reconocida. «Que nos decían que a alguien le faltaba muebles, pues allí iba con una paquetera en busca de ellos. Hacíamos eventos y vendíamos tortillitas de camarones para recaudar fondos para distintas causas».

Todavía lo hacen porque ahora la situación «está peor». La crisis amenaza todos los pasos que se han conseguido dar. «Otros destrozan aquello por lo que hemos luchado. Me duele ver la situación de ahora y cómo tantas personas sufren por falta de trabajo». Ella hace lo que está en sus manos y junto al colectivo no sólo ayudan, sino que se enfrentan al paro. «Tengo una lista de personas con todo lo que saben hacer y en cuanto escucho que alguien le hace falta una persona para cuidar a un mayor u otra cosa ya medio yo y por lo menos algo se consigue rascar».

También le duele ver cómo se han perdido las salinas. «Mi ilusión es conseguir alguna para ubicar allí la sede que ahora está en Maestro Portela. Recuperarla y mostrar lo que eran».

Y todo ello dando protagonismo a la mujer evidenciando sus logros y reconociendo cada año a una. Ayer fue el momento de María Jiménez. «El homenaje se lo merece Lela por todo lo que hace. La mujer ha conseguido mucho, pero aún le queda un largo camino por recorrer. La educación es fundamental y aunque sabemos que las cosas cambiarán hay algunas que no deben esperar más como las muertes por culpa del machismo». La primera en obtener el reconocimiento fue María Jesús Picardo, una de las almas de la Venta de Vargas, que ahora regenta los hijos de Lela. Pero fueron otras muchas como el caso de Milagros Mateos, que conducía un camión de pescado para dar de comer a sus hijos, o Soledad Luna, Rocío Rodríguez...