UNA TARDE INOLVIDABLE CON PACO DE LUCÍA EN COPENHAGUE
Actualizado:Acaba de dejarnos Paco de Lucía, un genio de la guitarra, conocido en todo el mundo. Fue un guitarrista que revolucionó el flamenco e hizo también incursiones jazzísticas muy destacables, tocando con artistas de altísimo nivel, pero manteniendo siempre sus raíces flamencas. Aunque he escuchado casi toda su música, incluyendo sus primeras cintas con su hermano Pepe, hay una canción que me trae especiales recuerdos, al asociarla a la época en que viví fuera de España. No es precisamente una de sus más conocidas, como puede ser ‘Entre dos aguas’, sino que es una canción popular brasileña, ‘Mañana de Carnaval’, y que fue el tema musical de un clásico del cine, ‘Orfeo negro’. La escuché en una heladora tarde en Copenhague, en el primer concierto que él dio, acompañado de otros dos genios de la guitarra, el inglés John Mac Laughlin y el americano Larry Coryell, siendo ésta la primera vez que Paco de Lucía compartía su talento musical, de profundas raíces flamencas, con otros artistas de tendencias jazzísticas. Recuerdo que fueron presentándose individualmente, y que el primero en salir fue Larry Coryell, quizás el menos conocido de los tres, y que, mientras afinaba su guitarra acústica, acabó interpretando una canción, dejándonos boquiabiertos, sin darle apenas importancia, como queriendo decir «Esperaros a ver lo que viene después». Luego, apareció John Mac Laughin, aplaudido por sus incondicionales, y de alguna forma el más conocido en esa época fuera de España, por sus muchos discos que tenía de jazz y de fusiones con otros artistas muy variados, como con el violinista hindú L. Shankar. Con unos cuantos acordes dejó claro quién era, presagiándonos una tarde musical inolvidable. Finalmente, salió Paco de Lucía, tímido como siempre, taciturno, sin querer llamar la atención, recibido con muchos aplausos, entre los que destacaban los de los latinos que allí habíamos acudido, a escucharle a él, y dispuestos a calentar el frío ambiente escandinavo. Sus primeros punteos, profundamente flamencos, dejaron atónitos a la audiencia, perdiendo entonces su timidez inicial, ante la sonrisa de sus dos acompañantes, que veneraban su forma de tocar la guitarra y que, conociéndole, sabían que el duende de Paco de Lucía ya era imparable. Lo que sucedió después no fue sino un diálogo musical entre tres genios, tres amigos que se estaban divirtiendo, desafiándose unos a otros, con los sonidos más inverosímiles y las posturas y notas más complicadas que cualquier guitarrista pudiera imaginarse. Para despedirse con ‘Mañana de Carnaval’, en una versión única, posiblemente irrepetible, que comenzó lánguidamente, con una mezcla de tonos disonantes, en los que cada uno aportó su propia impronta musical y que nos dejó un recuerdo imborrable a los que tuvimos el privilegio de escucharlos.
Gracias, Paco, por esa tarde y por tu música. Que no diga nadie que Paco de Lucía ha muerto. Digamos que se nos fue de gira a otro sitio, a buscar más música y a tocar con otros amigos.