Editorial

La calle y los tontos

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La máxima reza que no se puede hacer nada a prueba de tontos porque los tontos son muy ingeniosos. No lo digo yo, es una de las leyes de Murphy, ya saben, ese señor que pensaba que, si algo puede salir mal, saldrá mal. No es ninguna bobería, sus principios nacían, y esto es más cierto que el IRPF, de las malas experiencias haciendo cohetes para la NASA. Con la ciudad, en estos días, pasa exactamente lo mismo. La estupidez más contumaz, la idiocia más recalcitrante o el cretinismo más irreprimible se dan cita en Cádiz cuando llega el carnaval. Y esta Santísima Trinidad del ser, básicamente, un tonto, se produce tanto en los paisanos como en los visitantes.

El Carnaval, con su basura, sus ruidos y su incivismo, quizá es el ejemplo más evidente de que no hay nada más peligroso que un necio. Sólo así se explican las botellas abandonadas justo al lado de los contenedores de reciclaje, que miran despechados cómo se les ningunea y hasta se ponen verdes de rabia. Sólo este exilio forzoso de la masa gris de sus cerebros justificaría las riadas de orines que recorren las calles del centro mientras desaparecen las colas frente a los urinarios portátiles que jalonan las principales zonas de concentración.

Porque lo que hace realmente temible a un cantamañanas es, precisamente, su carácter impredecible e incontrolable. No importa que se haya acondicionado el tablao para acceder mejor desde una calle, él lo hará por la otra. Tampoco que se pongan vallas para acotar el paso de los componentes de las agrupaciones: las moverá, o las ocupará, o las bloqueará... es imposible saber con exactitud qué va a hacer porque, insisto, su 'berzotismo' hace que sus movimientos no respondan a patrones lógicos de movimientos.

Serán los mismos que, pasados los años, cuando estén en el autobús, se sienten en los asientos reservados para personas con movilidad reducida pese a que haya sitios vacíos en otros lugares, o los que discutirán con el conductor sobre si el bonobús está gastado o no. O los que, qué guapa eres vanidad, escribirán artículos quejándose de todo sin proponer una sola solución.