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El papa Francisco saluda, ayer, en el Vaticano al cardenal-arzobispo de Madrid y presidente de la Conferencia Episcopal Española, Antonio María Rouco Varela. :: REUTERS
Sociedad

«Que se diviertan en la plenaria»

Francisco recibe a los obispos españoles en vísperas de la elección del sucesor de Rouco y les pide «renovación espiritual»

ÍÑIGO DOMÍNGUEZ
ROMA.Actualizado:

El Papa pronunció ayer el primer discurso de su pontificado dirigido a la Iglesia española, cuyos 83 obispos estaban ante él con motivo de la visita 'ad limina', el tradicional paso por la Santa Sede que realizan periódicamente. Había cierta expectación por eso, por ser el primero, pero sobre todo porque llega en vísperas de la inminente sucesión de su presidente, el arzobispo de Madrid, Antonio María Rouco Varela.

La asamblea de la Conferencia Episcopal se reúne la próxima semana para elegir a su nuevo líder. Rouco, presidente de 1999 a 2005 y de nuevo desde 2011, ha marcado una época en la Iglesia española, pero es hora de pasar página, y en un estilo completamente distinto más acorde al nuevo pontificado. Francisco, que es astuto, no dijo nada del asunto, pero al final, en tono coloquial y como de pasada, les comentó: «Sé que tienen asamblea plenaria, ¿la semana próxima, verdad? ¡Pues nada, que se diviertan!». Hubo una carcajada general de distensión que terminó en aplausos.

Fue un modo sutil de tocar la cuestión, que en realidad es el gran tema de fondo que está sobre la mesa. En el respeto de la autonomía de la conferencia episcopal de cada país, que además preconiza como Papa, Bergoglio mantuvo la distancia con un discurso sin estridencias. Era casi plano, quizá no escrito por él mismo sino por algún asesor de la secretaría de Estado, pues es similar a los que ha leído en las últimas semanas a los obispos polacos y checos. Francisco equilibró los mensajes con reflexiones afines a la línea de Rouco: «Ahora que estáis sufriendo la dura experiencia de la indiferencia de muchos bautizados y tenéis que hacer frente a una cultura mundana, que arrincona a Dios en la vida privada y lo excluye del ámbito público, conviene no olvidar vuestra historia».

Pero puestos a buscar entre líneas, se puede leer una llamada a la «renovación espiritual y misionera» y a inclinarse hacia la misericordia y esa Iglesia abierta que pide el Papa, en detrimento de una más inflexible y de gesto mustio que tan bien ha representado Rouco. Si para Francisco un buen sacerdote se mide en cúanto sonríe debe valorarse lo difícil que es encontrar una foto de Rouco sonriendo.

Invitado a Ávila

El Papa recordó que «nadie puede quedar excluido de la viña del Señor», y animó «a escuchar a todos de corazón a corazón, con ternura y misericordia, y a buscar lo que verdaderamente une y sirve a la mutua edificación». Llamó a los obispos a ser pastores de sus fieles, «y también de los que no lo son, o lo han olvidado». No menos interesante era la mención a que el obispo no debe enrocarse en su soledad de mando, sino confiar en que «la grey que le ha sido encomendada tiene olfato para las cosas de Dios», como los sacerdotes, los religiosos y los laicos. Es decir, oír lo que dice la Iglesia que viene desde abajo, no concentrarse en imponer desde arriba.

Antes que el Pontífice habló Rouco, que retrató una sociedad «tocada y tentada en su mismo fundamento por la concepción secularista y materialista de la vida». Lo más destacable, a efectos prácticos, fue su invitación al Papa a que visite España en 2015, con motivo de los actos por los 500 años del nacimiento de Santa Teresa de Jesús en Ávila, una sugerencia que ya le hicieron la semana pasada los obispos de Castilla y León. Aún es muy pronto para saber si el Papa aceptará.

Los obispos españoles están pasando a ver al Pontífice por turnos desde el lunes 24, en pequeños grupos. Esta semana le toca a la segunda, por eso ayer, cuando estaban todos en Roma, se celebró la audiencia colectiva con Francisco. En cada encuentro, Bergoglio se ha informado de la situación y problemas de cada diócesis, y por eso ayer no abordó cuestiones concretas ni espinosas, que ya están habladas.

Por ejemplo, el aborto, en debate con el proyecto de reforma del Gobierno español. No obstante, el Papa se refirió a ello el viernes, en un discurso ante el Pontificio Consejo para América Latina: «Cuando los obispos españoles me contaron el número de abortos que tienen allí me quedé helado». «Hoy en día en el centro de la economía que se ha implantado en el mundo está el dios dinero y no la persona humana, lo que no cabe en ese orden se descarta, y se descartan los chicos que sobran o que no conviene que vengan», acusó.