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Editorial

Subcontratemos las fronteras

FERNANDO SICRE GILABERT
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La Europa meridional, la Europa criticada por la septentrional por los desordenes financieros externalizados durante la crisis, no solo tiene problemas económicos sino que siendo línea divisoria entre dos mundos, el norte y el sur, actúa o al menos lo pretende como gendarme fronterizo. Las muertes en Lampedusa meses atrás y las de Melilla hace sólo algunos días, deben hacernos reflexionar.

El problema es complejo y vaya por delante el dolor que lo ocurrido provoca en cualquier persona de bien. Afectados por las muertes hemos sido todos. No vayan a pensar que ese 'dolor' es patrimonio de ONG y de la izquierda del «gran corazón», tal y como se autodefinen.

Me referiré al caso español, por el inminente peligro de que la frontera se convierta en un coladero. Los cuerpos de seguridad del Estado, como brazo armado y por lo tanto en el ejercicio del poder coactivo que despliegan en el ejercicio de las funciones que el ordenamiento le atribuye, están obligados a dar todas las explicaciones que los acontecimientos exijan. La muerte de quince personas es un acontecimiento más que suficiente para que el gobierno explique lo ocurrido. Pero esto es distinto del uso y abuso de la demagogia utilizada y esgrimida por los políticos españoles en el Parlamento. Lo ocurrido viene a demostrar indubitadamente que la Guardia Civil de fronteras ni cuenta con medios suficientes, ni dispone de protocolos adecuados a las especiales circunstancias. El debate habido ha resuelto la prohibición del uso de las pelotas de goma, lo que según fuentes propias de la Guardia Civil es «una improvisación que roza la irracionalidad», producto de la toma de decisiones irreflexivas, cuando los políticos se ven desbordados por los acontecimientos. Pero lo peor de todo esto, dejando aparte las muertes, acontece con el visionado de uno de los sesenta vídeos existentes y que han sido puestos a disposición judicial. Se observan cómo los propios guardias civiles utilizan 'piedras' para repeler a los inmigrantes en el penúltimo asalto a la valla. Lo que me hace pensar que entre las decisiones políticas tomadas, se prohíben las pelotas y se incentiva el uso de la piedra. Volvemos pues a la Edad de Piedra.

La inmigración como otros tantos problemas que nos acechan, es un asunto político de Estado y como tal debe encauzarse y resolverse. Corresponde al PP y PSOE darles soluciones racionales y eficaces. Pero como todo indica que esto no es posible, propongo la subcontratación de la cuestión en dos frentes. La cuestión inmaterial de carácter legal encarguémosla al Congreso USA y la estrictamente material a Israel. Sólo así se garantiza la impermeabilidad de las fronteras españolas. País, diría Forges.