Ejemplos ejemplares
Actualizado:Estoy cansado de todos aquellos que pontifican que el fútbol es un deporte de contacto, que hay que mostrarse rudo, intenso y expeditivo con el rival, que todo vale con tal de conseguir la victoria.
Lo que vale para ganar es entrenar más y mejor que el contrario. Prepararte físicamente como un atleta, estudiar los movimientos de los adversarios como un ingeniero del fútbol, entenderte con tus compañeros de una forma tan mecánica que el balón fluya de un lado al otro hasta alcanzar el área rival y tener la precisión, la técnica y la potencia necesaria para conseguir marcar más goles que tu oponente.
Escupir, pisar, engañar, amenazar, insultar o agredir no son ingredientes necesarios para la práctica de ningún deporte. Ese otro fútbol del que tanto se habla, que mueve entre la picaresca y la marrullería, no representa los valores necesarios de una disciplina con tantos millones de seguidores, buena parte de ellos niños que se dedican a imitar todos y cada uno de los actos y comportamientos de esos ídolos de barro que, imbuidos en su particular burbuja aduladora, en ocasiones no alcanzan a comprender la responsabilidad que asumen cada vez que se visten de corto.
Sigamos riéndonos y alabando la actitud de personas ligadas al deporte como Diego Costa, Pepe o ‘el mono’ Burgos. Sigamos defendiendo y protegiendo el comportamiento de quienes carecen de la educación necesaria para hacer su trabajo sin que afloren sus instintos más primitivos; y escandalicémonos cuando adolescentes se agreden en ligas comarcales o familiares insultan a los árbitros como si no hubiera un mañana.
Parece que el fútbol es la base de todo cuando lo que realmente tiene es un problema de base. Confundir valores, términos y prioridades. Así se intercambiarán posiciones en la clasificación, pero dará lo mismo que el resultado sea un 2-2, un 6-1 o un 0-0.