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Paco Gómez, durante su jornada de faena en la bodega Cooperativa. :: C. R.
Chiclana

El último tonelero de Chiclana

El desgaste de las bodegas chiclaneras y la implantación de nueva maquinaria han hecho desaparecer el trabajo de las botas artesanas

C. Rivera
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Medio siglo entre toneles de bodegas. Cuando Paco Gómez Morales comenzó de aprendiz en el taller de Juan 'El Chinche', en la zona de El Castillo, tenía solo catorce años. Reconoce que nunca se le pasó por la cabeza que sería el último tonelero de Chiclana. «No me empecé a dar cuenta hasta que veía cómo los que estaban a mi alrededor empezaban a jubilarse y por detrás no venía nadie porque ya no quedan talleres en la ciudad», comenta.

Cuando él comenzó en el oficio, recuerda que había tres talleres en Chiclana. Ahora, a duras penas puede confirmar que quedan dos en Jerez. De otras localidades como El Puerto o Sanlúcar no tiene noticias, a pesar de que antiguamente eran de las ciudades de la provincia de más referencia en el sector.

El tonelero, que desarrolla a sus 64 años la última etapa de su vida laboral en la bodega Cooperativa Unión de Viticultores Chiclaneros, recuerda sus inicios en el oficio. «Me encantó desde el primer momento, aunque nunca había tenido antes relación con este mundo». Fue a través de un amigo, que era oficial, como comenzó su andadura de aprendiz entre duelas de madera y martillazos para ajustarlas. «Yo vivía cerca del taller de 'El chinche' y cuando pasaba por allí veía como trabajaban los hombres, un día le dije a mi amigo que me avisara cuando hiciera falta un aprendiz y a los dos días me llamó», recuerda.

El próximo año, Paco Gómez espera jubilarse y Chiclana perderá el oficio de tonelero. La caída de las bodegas y la implantación de nueva maquinaria han dejado de hacer imprescindible esta figura en el mundo de la viticultura.

Los toneles, o botas, antes servían para albergar y transportar los caldos. Ahora, solo han quedado para los de solera, mientras que el resto se mantienen en depósitos de fermentación con capacidad para 70.000 litros. Años atrás había entre dos y tres toneleros en cada bodega, ahora a penas quedan. Y es que con los nuevos métodos, se usan menos y su desgaste es menor. Paco señala que en la Cooperativa hay algunos de ellos que fácilmente pueden ser centenarios.

«Con las nuevas formas de trabajo, los toneles se quedan quietos con la solera, mientras que antes se movían, rodaban y desmontaban continuamente para limpiarlos y volverlos a utilizar», explica. Por eso, su función básicamente se limita a la reparación de los que tienen algún defecto. Además la artesanía en este oficio se ha ido echando a un lado con la entrada de maquinaria y ahora las bodegas traen de empresas externas los toneles que necesitan

En palabras de Paco Gómez, el oficio de tonelero es «fino y basto a la vez». Une la técnica de los martillazos para moldear las duelas de madera de roble -antes se usaba más el castaño pero se ha sustituido-, con la precisión de unirlas en un acabado sin fisuras. «Todo el proceso se hace a ojo, en la tonelería se usa muy poco el metro», añade.

El último tonelero de Chiclana se jubilará el próximo año, cuando cumpla los 65. Sabe que al principio extrañará la bodega, pero reconoce que después de medio siglo dedicado al oficio, necesita un descanso.