EUSKALÁNDALUS
Actualizado:Como cantaba el Chico Ocaña, si España fuera un donut, Madrid no existiría y Albacete tendría playa. Y si fuera un dobladillo, Cádiz sería la caballa y Euskadi el pimiento. Cuando por fin hagan del país un recortable y cada uno pueda diseñarse el suyo propio con unas tijeritas de colegio, la nación del que escribe comenzará en el Cantábrico y bajando al sur en un par de horas de coche estará uno en Tarifa. La sidra se podrá beber en Barbate y la Manzanilla en Hondarribia sin que se remonte. En las campas de Gernika, que quedarán arribita del Aquasherry, se celebrará un gran festival, una txistorrada popular con piriñaca de tomate de Conil. La multitud le pedirá un irrintzi al Zoleta y se harán parejas de baile de un lado y otro de la raya: Yolanda Barcina y Teófila, Karlos Arguiñano y Pepe Monforte, Mikel Erentxun y Martínez Ares, Miguel Induráin y la Uchi.
A la espera de ese Euskalándalus soñado, la presencia en la final del Falla de los Patxis es una victoria más del Carnaval de Cádiz contra el corsé de tópicos con los que España se apunta su propia sien y en los que se podría ir cayendo desde la Concha a la Caleta. El que escribe, que saca pecho de vasco en Cádiz y de gaditano en Donosti, habría apuntado un par de cosas. Que algunos vasquitos llegaron a trabajar y que Cádiz, con toda la miel de su maravilla, sus caballas, sus atardeceres y su olor a sal comenzaron siendo un Castellón en el que ganarse el pan. Y que otros no vienen más justamente por tener la mala costumbre de tener que hacer la compra en el súper y porque el diesel está más caro que la leche. Que si el tópico yerra cuando los gaditanos son unos vagos en el norte, los vascos tampoco son los explotadores que llegan de la metrópoli a llevárselo crudo y dar lecciones de vivir. Probablemente todo esto no sea más que el fruto de la cortedad de miras de uno mismo. En realidad, a la chirigota no le falta un perejil y supone un mestizo del humor, un extraño cazón en salsa verde en el que no se sabe quién se ríe de quién, un pasar página, un chiste muy serio, una heroicidad. Al final del estribillo hay un segundo de espanto y un latido después, la cerveza saliendo por la nariz. El repertorio es delicioso, pero lo mejor de todo, con permiso del Bocu, han sido los artículos en la prensa gaditana asombrados de que los vascos no nos hayamos ofendido y quejado a no sé qué embajada. Mesedez.