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Rajoy y la oposición dibujan dos Españas opuestas en el Debate del estado de la Nación
El presidente sostiene que lo peor de la crisis ha pasado y Rubalcaba le pregunta «¿en qué país vive usted?»
Actualizado: GuardarMariano Rajoy acudió al Debate sobre el estado de la Nación dispuesto a convencer a los ciudadanos de que lo más difícil de la crisis ya ha pasado y ahora solo queda seguir el camino trazado. Pero se encontró con una respuesta que, ni pactada por los portavoces de todos los grupos, sintetizó Alfredo Pérez Rubalcaba: «¿En qué país vive usted».
El presidente del Gobierno pintó un cuadro luminoso de España, digno de Sorolla o Monet. «Hemos atravesado con éxito el cabo de Hornos», proclamó satisfecho. Pero «de qué presume», soltó a bocajarro el líder socialista, que trazó unas pinceladas tenebristas propias de Caravaggio o Ribera. Rubalcaba no estuvo solo. El nacionalista catalán y siempre moderado, Josep Antoni Duran Lleida, le reprochó que gobierne «sin mirar a las personas» sin reparar que «los pobre son más pobres y los ricos, más ricos». El líder de IU, Cayo Lara, apostilló que gestiona el país «ajeno a lo que vive la gente corriente, ajeno a la realidad».
Harto de regañinas, el presidente admitió que, en vista de que «todos hablan en nombre del hombre de la calle y yo solo habló para el 1%» al que le va bien, lo tenía «muy crudo» para convencer a nadie de la recuperación económica. Se justificó, sin embargo, y defendió que para gobernar para las personas «necesitamos tener las cuentas claras y la casa en orden».
La primera jornada del Debate sobre el estado de la Nación se vivió en estos parámetros extremos. Rajoy haciendo una cerrada defensa de su labor y la oposición viendo sombras donde el presidente encendía luces. Provisto de una nutrida batería documental, plagada de cifras macroeconómicas, el jefe del Ejecutivo defendió que la situación de España es mejor que hace un año, que se ve la salida del túnel y que «sin el menor triunfalismo y sin caer en la autocomplacencia» el trabajo más difícil está hecho y la recuperación definitiva llegará si no se abandona la senda trazada. Solo admitió un borrón, los 5,5 millones de parados, cuya disminución, aseguró, es el principal objetivo del Gobierno.
Desgranó propuestas fiscales, de rebaja de cotizaciones sociales y de financiación para las pymes. Dio igual. Ningún portavoz, ni el de CiU, concedió nada. Rubalcaba hiló una intervención alrededor de la idea de que la crisis ha sido «la coartada que necesitaba la derecha para hacer lo que siempre quiso hacer y no se atrevió a hacer». Esto es, recortar el gasto en Educación, Sanidad y servicios sociales, adelgazar las pensiones, los subsidios por desempleo, liquidar las prestaciones por dependencia, facilitar el despido, menguar los salarios.
«Esta legislatura -resumió el líder de la oposición- es la apoteosis de la desigualdad y aventuró que habrá consecuencias aún más nefastas para las economías domésticas de los parados, los que no llegan a fin de mes. El líder de IU completó el negro panorama presente y futuro con otra fotografía: «Usted ha convertido España en un país de trabajadores pobres con contrato», en el de «Alicia en el país de las maravillas neoliberales».
De puntillas
La confrontación de las cifras de la macroeconomía y los dramas de la economía doméstica sepultó casi todos los demás asuntos. Rajoy apenas hizo alusiones a la corrupción para mostrar su satisfacción por los deberes legales hechos por el Gobierno, aunque haya sido en el último Consejo de Ministros, y Rubalcaba apenas se permitió la breve ironía de que Rajoy sí podía «presumir de una cosa, de contabilidad, de contabilidad B». La parte del león del debate de la corrupción correspondió a los portavoces de Izquierda Plural.
El presidente evitó la polémica sobre la reforma de la ley del aborto, solo dijo que no va a retirar el proyecto. Rajoy, en cambio, entró a fondo en el referéndum independentista de Cataluña, aunque fuera para reafirmarse en sus posiciones de que no se puede hacer porque la Constitución no lo permite ya que establece que el derecho a decidir sobre el territorio español corresponde al pueblo español y una parte no puede decidir por el todo. Se mostró dispuesto a hablar con Artur Mas, pero preguntó para qué porque «no se puede negociar algo de lo que uno no dispone».
Echó así un jarro de agua fría sobre los reiterados llamamientos de Rubalcaba y el portavoz de CiU para que se reúna con el presidente de la Generalitat. El líder socialista reclamó la apertura de un diálogo aunque solo sea para «compartir un diagnóstico, y no limitarse a decir no, no y no» a las demandas de los soberanistas de Cataluña. Duran aceptó que el margen legal es estrecho, pero emplazó al jefe del Ejecutivo a que «haga una propuesta» atractiva para Cataluña.
Rajoy y Rubalcaba dejaron satisfechas a sus respectivas parroquias. Los diputados del PP subrayaron la altura del debate de su líder frente a los «chascarrillos», en palabra de una parlamentaria, de Rubalcaba.
Los socialistas, a diferencia del año pasado, cuando salieron apesadumbrados, se mostraron orgullosos del «contundente y pegado a la calle» discurso de su jefe, quizás el último de este tipo como líder de la oposición.