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Saltamontes

RAMÓN PÉREZ MONTERO
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Decía Ramito, un viejo tratante de ganado de Medina que acabó regentando la taberna de su mismo nombre, que en el campo una algarroba es un regalo. También he visto en documentales de La 2 cómo los grandes felinos atrapan saltamontes cuando no encuentran una pieza mayor para acallar el hambre.

Digo esto porque he leído con agrado que la Comisión Nacional del Mercado de Valores acaba de imponer al Banco de Santander dos sanciones por infracciones graves que ascienden a 16,9 millones de euros. Una de ellas por no disponer de la información necesaria sobre sus clientes en el proceso de suscripción de la emisión 'Valores Santander'. La otra por no ofrecer una asesoría 'imparcial y no engañosa' a la clientela respecto al mismo producto.

Faltos de la proteína financiera de la cual se nutren, esos ágiles depredadores que son las entidades bancarias, cuando el azote de la crisis dejó la sabana sin un mal antílope hipotecario que llevarse a la boca, diseñaron una hábil estrategia para atrapar a los pequeños saltamontes de los miserables ahorradores que habían fiado a ellos el metal destilado del sudor y de muchos años de privaciones. Sufrí yo igualmente en mi tierna carne de inversor las traidoras garras de otra de estas entidades, La Caixa en mi caso, que también ofreció un producto tan opaco como el del Santander, sin que hasta el momento la CNMV haya movido un dedo contra ella.

Los felinos bancarios movilizaron a todas sus huestes en la labor de captura de los incautos insectos. Desde los directores de las sucursales hasta el último empleado fueron movilizados, no sé si por la pura obligación que impone el mantenimiento del empleo o a cambio de algún tipo de comisiones, en esa tarea de seducción del cliente que, confiado en la buena voluntad de la persona que te atiende amablemente, se dejó llevar de su oferta y de su palabra sobre la total garantía de los capitales.

Ahora me pregunto si, en el hipotético caso de que el Santander hiciese efectiva la sanción impuesta, y que por ahora tiene recurrida y admitida a trámite por la Audiencia Nacional, este dinero repercutirá de alguna forma en la maltrecha economía de los clientes estafados, o llegará sin más a las arcas del Estado como el producto de la mala digestión de un atracón de algarrobas.