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La hambrienta duermevela

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Son las cuatro pm, tengo sueño. Las cuatro, miro con ojos yermos las nubes que moldean las isobaras y me entra la modorra sin ser necesarios los leones del Kilimanjaro de la dos. Pienso, ergo sum, y pienso bien pese al sueño que me rodea, que jamás, y digo JAMÁS, podré ser Presidente de la Junta de Andalucía. La culpa fue mía: terminé una carrera, hice cursos de doctorado, un máster, trabajé. Quedé excluido, aunque lo cierto es que hubiera quedado eliminado igualmente. Son las cuatro, tengo sueño, no estoy afiliado ni sé medrar (ni enmerdar, que puede ser lo mismo, o no). Los hinchas que castigaron con penalti y expulsión a Susana Díaz -esa mujerona indómita que ha reventado el PSOE desde dentro con su carita de llorar pregones cofrades- niegan que haya habido falta dentro del área de Juan Manuel Moreno Bonilla -el simpático caso del currículo menguante-. Si el dedazo susanil fue obra de un Griñán destrozado por el miedo a ser imputado, el dedazo bonillil ha sido de un Natural Born (Rajoy) Killer que deja claro a su Soraya y su Mª Dolores -a una más que a la otra- que quién manda es el muchacho del puro, o sea, Vera Luque.

Son las diez pm, tengo hambre. Las diez, después de haber trabajado todo el día. Caigo en el sofá, el cansancio es mayor que el gusanillo. Ha muerto el primer coro y los párpados se cierran como pesadas persianas. De repente, abro ojos voraces. Concluyo que se están puliendo nuestros impuestos en vainas: recepciones, chóferes, marketing, protocolos, subvenciones. Si ahorraran en futilidades pagaría, pagaríamos, menos impuestos; dormiría antes, más tranquilo. ¿Nadie se ha preocupado de ofertar una carrera para ser político? ¿Ciencias Políticas, dice? Sí, claro.

Recuerdo cuando fui a la Delegación de Educación y pregunté a Antonio Cantizano, que era orientador, dónde podía estudiar la carrera de Ciencias Ocultas y Parapsicología. Le mentí que se daba en Granada y no sabía yo si en Cádiz. El hombre, un profesional, cogió un tomo lleno de titulaciones y se puso a buscar hasta que cayó en que yo era el gancho de la broma de otro. Aún así, podría haber sido verdad, que existiera esa Carrera de Ciencias Ocultas y la hubieran cursado nuestros gobernantes. Ojalá fuera verdad. Al menos sabríamos qué estudiaron los que rigen nuestros destinos y economías antes de que les fideicomisaramos nuestros euros para que los derrocharan. Esas son las cosas que pienso, a la duermevela, muerto de hambre. A las 10, a las 4. Cada día.