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Queman en Seúl, capital de Corea del Sur, pancartas contra la dinastía de los Kim, gobernantes en Corea del Norte. :: K. H. / REUTERS
MUNDO

La ONU pide juzgar al «atroz» régimen de Corea del Norte

Denuncia al Gobierno de Kim Jong-un por «crímenes contra la Humanidad» y recomienda llevarlo al tribunal de La Haya

PABLO M. DÍEZ
PEKÍN.Actualizado:

Palizas de muerte, hambre hasta el extremo de comer hierbas o serpientes, trabajos forzados en minas y canteras, violaciones, abortos a golpes y torturas medievales para arrancar confesiones. Estas son sólo algunas de las «atrocidades indescriptibles» que la ONU denunció ayer en su más completo informe sobre las violaciones de los derechos humanos en Corea del Norte. Gracias al testimonio de desertores que han logrado escapar de tan anacrónico y represor régimen, así lo ha documentado un comité especial después de un año de trabajo que ha incluido 240 entrevistas confidenciales y audiencias públicas con 80 víctimas y testigos en Seúl, Tokio, Londres, Washington y Bangkok.

En sus 372 páginas, el informe es un rosario de relatos espeluznantes que retrata al régimen dirigido por el joven dictador Kim Jong-un. «La gravedad, escala y naturaleza de estas violaciones (de los derechos humanos) revelan un Estado que no tiene comparación en el mundo contemporáneo», critica el informe, que recomienda llevar al régimen estalinista de Pyongyang al Tribunal Penal Internacional de La Haya por sus crímenes contra la Humanidad. Pero lo más seguro es que sus denuncias se queden en agua de borrajas porque China bloqueará con su derecho de veto en el Consejo de Seguridad cualquier medida contra Corea del Norte, su aliado.

Según este informe, entre 80.000 y 120.000 personas languidecen en cuatro grandes campos de reeducación localizados en Corea del Norte, denominados 'kwan li-so'. En este siniestro 'archipiélago gulag' de «campos de control total» destacan, con 50.000 detenidos en cada uno, el número 22 en Hoeryong (provincia de Hamgyong norte) y el 14 en Gaechon (Pyongan sur). Precisamente, en el Campo 14 nació Shin Dong-hyuk, quien sufrió todo tipo de miserias y vejaciones en los 23 años que pasó tras sus alambradas electrificadas hasta que, finalmente, logró huir.

Víctima del atroz sistema judicial norcoreano, Shin Dong-hyuk relata en el informe de la ONU que fue condenado incluso antes de venir al mundo porque los hermanos de su padre habían desertado, lo que arrastró a toda la familia y a varias generaciones posteriores. Fugado en enero de 2005, es el primer prisionero nacido en un campo de trabajo norcoreano que ha conseguido salir del país y contar su trágica experiencia. Su vida, plasmada en el libro 'Escape from Camp 14', del periodista Blaine Harden, es un brutal relato de hambre, muerte y deshumanización con una ejecución como «primer recuerdo» y pasajes estremecedores como el que describe a su madre como una mera «rival por la comida».

Por un plato de arroz

En su declaración ante el comité de la ONU, Shin Dong-hyuk detalla que la alienación en dichos campos llega a tales extremos que denunció a los guardias del campo que su madre y su hermano se iban a escapar, para que le dieran «una ración completa de arroz con la que llenar el estómago». «Me habían prometido esa recompensa y por eso les delaté», reconoce Shin, quien señala que «en ese momento me sentí muy orgulloso porque estaba obligado a informar de todos los detalles a los guardias, ya que eran las normas del campo».

También por un delito que no cometió, Kim Hye-sook, otra de las víctimas citadas en el informe, se pasó más de la mitad de su vida en el 'gulag': 28 de sus 51 años. Cuando aún no había cumplido 13 años, fue internada junto a sus padres, su abuela y hermanos menores en el campo número 18 de Bukchang, en la provincia de Pyongan sur, porque su abuelo desertó a Corea del Sur.

«Nos convocaban por los altavoces y teníamos que presenciar los fusilamientos como escarmiento. Mataban a la gente por robar comida, intentar huir o incluso por preguntar los motivos de su encarcelamiento», aseguró Kim Hye-sook, quien escapó de Corea del Norte tras su liberación y hoy vive en Seúl con su marido, pero jamás podrá olvidar aquel infierno.