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De un comedido Montesinos al 'lifting' de Schlesser

Las chicas guerreras toman la pasarela en la segunda jornada de Cibeles con una atrevida Juana Martín y la surrealista María Barros a la cabeza

GLORIA SALGADO
MADRID.Actualizado:

El lenguaje cinematográfico del surrealismo fue el punto de partida de la segunda jornada de la Mercedes-Benz Fashion Week Madrid. María Barros se metió en la piel de Dalí para 'dibujar' a una mujer femenina y segura de sí misma envuelta en delicadas sedas y lanas mezcladas con lurex. Una colección marcada por vestidos con silueta de cóctel que sirven tanto para la noche como para el día. Una funcionalidad que no deja de lado la sensualidad y el atrevimiento de sus famosos pliegues trabajados de manera irracional en tonos que viran del azul al rosa pasando por un intenso naranja.

Esa mujer rompedora también fue en la que se inspiró Martín Lamothe. La colección de la diseñadora catalana se dividió entre el drama, con drapeados texturizados, y la sobriedad absoluta, con formas y cortes geométricos, cincelando a las herederas de las místicas del New Age de los años 70 en su versión postmoderna. Se centró en la piel en diferentes formas y calidades -serrajes, napas, cueros en cordero y vaca, ya sean laminados, sellados, desteñidos y sobre tintados-, combinados con nuevos tejidos que imitan la piel para una mayor diversificación de formas y texturas, destacando la microfibra engomada. Después llegó el turno de Ailanto, con un amplio repertorio de prendas con estampados vegetales como base y el volumen exagerado como protagonista.

Los hermanos bilbaínos Iñaki y Aitor Muñoz se metieron en un complicado 'jardín' sembrado de piezas con un fuerte toque masculino como referencia contemporánea a la estética mod, en ocasiones dejada de lado por vestidos ligeros con aire deportivo. En los tejidos también se vio un poco de todo: lana, lentejuelas, algodón, neoprenos troquelados, seda y chifón en un amplio abanico de colores sobrios.

Comedido Montesinos

El ecuador de la jornada estuvo protagonizado por un renovado Montesinos. El valenciano sorprendió en su versión más comedida con una ruta de la seda en la que impregnó cada 'outfit' con una interesante fusión entre oriente y occidente. El terciopelo, la lana estampada, el Príncipe de Gales, la pata de gallo y las paillettes, a las que se suma la gasa en el caso de la mujer, dieron forma al periplo con los tonos vibrantes de los pavos reales, que otorgaron una majestuosidad nunca vista en la firma.

Tras la brutal transformación de Montesinos subió a la pasarela un inconfundible Ángel Schlesser, que, al igual que Lamothe, hizo un guiño a los años 70 con 'looks' femeninos alejados de cualquier estridencia, como es habitual en el cántabro. Sin embargo, realizó un giro hacia una clientela más joven, con diseños menos rígidos gracias a las contraposiciones de tejidos ligeros con otros más estructurados, desde la seda al tweed en naranjas, verdes, rojos y negros.

Unas mujeres tan 'lady' como los 'cisnes' que rodeaban a Truman Capote. Mujeres exquisitas en las que se basó Teresa Helbig, ajena a tendencias efímeras. Microtachuelas en caleidoscopio -unas 35.000-, lana, angora, organza, cuero y el punto como novedad en una carta de colores con una base de beige, negro y crudo con pinceladas de coral y mostaza.

Juana Martín tomó el relevo de Teresa Helbig con la colección más provocadora de la jornada. La cordobesa intentó crear simplicidad depurando líneas con sutiles volúmenes con el blanco y el negro copando la paleta cromática, mezclados con transparencias por doquier. Los materiales elegidos como la lana virgen, los tules bordados a mano con aplicaciones de cristal, el lurex y las pailletes aportaron sensualidad y un toque rebelde que calmó Roberto Torretta. El veterano diseñador revisó la alta costura de los 60 con prendas muy estructuradas siguiendo los códigos del hecho a medida para crear siluetas muy femeninas, a excepción de las chaquetas, un tanto andróginas. En la elección de tejidos, el diseñador es inamovible: compactos de texturas lisas como el paño de lana doble o el crepé de seda, en colores negro, verde oscuro y beige piedra y, como no podía ser de otra manera, el cuero, esta vez en burdeos.