Miguel Palacio, Devota Lomba y Duyos se niegan a abandonar el verano
Roberto Verino y Etxeberría se ponen clásicos en una jornada en la que Amaya Arzuaga resurge de sus cenizas
MADRID.Actualizado:Amaya Arzuaga fue la encargada de dar el pistoletazo de salida a la 59 edición de la Mercedes-Benz Fashion Week Madrid, dejando claro que le sentó muy bien el Premio Nacional de Diseño de Moda. La burgalesa, que llevaba varias temporadas repitiéndose hasta la saciedad, se mostró más atrevida con una colección en la que destacó su particular revisión de la capa española junto con los volúmenes que recrean el movimiento de las alas de los pájaros. La modista jugó con la lana, el cashmere, el neopreno, el cuero elástico y, sobre todo, con la piel estampada y plastificada. Los tejidos fueron bañados en sus clásicos negro y camel, a los que añadió el verde bosque y el estampado caleidoscópico.
Roberto Verino dio un giro radical a la jornada con una colección inspirada en la elegancia de finales de los 50 y principios de los 60. El glamour de las grandes damas de la época, con Audrey Hepburn como estandarte, estuvo presente en cada una de las artesanales prendas, mientras que John Kennedy inspiró la colección de hombre, con sastres impecables en tonos camel y conjuntos en pata de gallo y Príncipe de Gales. Los colores de la tierra y el sol se plasmaron en ricos tejidos -lanas con sedas mezclados con apliques de pelo y napas de finísimo cordero español-, dando paso a una línea más soñadora envuelta en una sinfonía de grises con destellos en plata enriquecidos con pedrería, llamando la atención las capas sobre vestidos cortos.
Miguel Palacio tomó el relevo de Verino, con una mujer igual de femenina pero con un aire mucho más juvenil y fresco. Tan fresco que parecía una colección destinada para la primavera-verano, en la que tan solo los tocados de zorro y alguna chaqueta con un toque invernal dejaban vislumbrar para que época del año están dirigidas sus prendas. Los bordados cobraron relevancia, siempre sobre sedas y representados en formas geométricas que evocaban a los años 70. Los hombros se convirtieron en el foco de atención, con lazadas realizadas en pailletes, hilos de seda y piedras en vestidos veraniegos en los que el morado compartió espacio con la fuerza del negro y el crudo.
El ecuador de la jornada estuvo amenizado por Etxeberría. El guipuzcoano, alejado de la sastrería clásica durante las últimas temporadas, revisitó su origen. Los volúmenes se inspiraron en el patronaje inglés de los años veinte, especialmente en las prendas de noche y gala, y en el napolitano de los cincuenta en cuanto a la silueta y los largos. Combinó las lanas y los fieltros con la piel y el pelo. Prendas cosidas con tanta maestría que no necesitaron forros, incluida la peletería, en la que cabe destacar su osadía en la compleja unión del astracán con otras pieles. Un espectáculo en toda regla que dio paso al caos de Devota & Lomba, que diseñó para una mujer que busca la funcionalidad ante todo. El creador pasó de cómodas prendas invernales con geometrías simples teñidas en azul oscuro y una extensa gamas de marrones a 'looks' veraniegos con tejidos vaporosos en verde agua.
Duyos se lía el 'mantón'
El encargado de poner orden fue Duyos, cuya colección se articuló en torno a 15 mantones de Manila hallados en una mercería de 1911. Las flores y aves bordadas con mimo en hilo de seda hicieron de estas piezas el material idóneo con el que vestir a una mujer muy femenina que busca el lujo contenido de la artesanía española. El diseñador se recreó en texturas como las lentejuelas braseadas -literalmente quemadas-, la piel, el tul, la pluma de avestruz y el crépe de seda en tonos que iban desde el rosa a la gama de los marrones y grises.
Aristocrazy fue la encarga de echar el cierre al primer día de la pasarela madrileña. La firma de joyería siguió el hilo conductor de ediciones anteriores, rindiendo homenaje a la línea savage, tomando como base al águila, con piezas repletas de plumas y garras con incrustaciones de ónix y lapislázuli. Como novedad, integraron tornillos en todas sus piezas para conseguir el efecto de la antigua maquinaria industrial.