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Editorial

La ciudad de cartón

JESÚS MACHUCA
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En el Palacio Real español se custodia una colección de viola, violonchelo y violines Stradivarius del siglo XVIII, que después de mucho tiempo inactiva, volvió a tocarse. A pesar de su denominación de origen, los entendidos aseguran que estos instrumentos ya no emocionan como si hubieran sonado siempre, pues la falta prolongada de uso ha provocado la pérdida de lo mejor de su excepcional sonido.

De forma similar ocurre con las ciudades si dejan de tener actividad y habitantes: pierden lo mejor de sí mismas. Se trata de elegir entre vivir los centros históricos activos, o bien vaciarlos y darles una mano de pintura para ser admirados fugazmente por turistas que ignoran casi todo lo que tienen ante sus ojos, como nos ocurre a cualquiera de nosotros cuando vemos algo por primera vez fuera de casa. Esta ignorancia se debe a lo efímero de la visita, a una toma de contacto siempre breve y superficial, que impide el conocimiento que da el residir en el sitio.

El vaciar los centros históricos de negocios y comercios no turísticos, de centros de enseñanza, de familias y niños, de ruido, de encuentros de quienes los habitan, provoca la muerte de la ciudad, con muchos edificios sin habitantes y sin uso. La suma de inmuebles desocupados, vaciados, pendientes de reforma o declaración de ruina, los alquileres caros de pisos y locales, los convierten en forillo de carnavales, en mera fachada, en cartón piedra, hasta que un temporal lo eche todo abajo y no aflore quizá hasta dentro de mil años gracias a la arqueología.

Por ello, es preciso ocupar racionalmente y con una nueva planificación el centro urbano, de forma que se mantenga una ciudad viva, con miembros activos y hospitalarios, que es, economía aparte, la razón por la que desde fuera se vuelve al mismo sitio y desde dentro no se piensa en marcharse a vivir a un lugar mejor. Es una tarea que no debe depender sólo de los poderes públicos, aunque sí les corresponde liderarla en representación de la ciudadanía. Podríamos comenzar por escuchar y aplicar las propuestas que nunca se han puesto en marcha de arquitectos, de urbanistas, de los movimientos sociales y políticos. De los ciudadanos.