Venezuela vuelve a jugar con fuego
El Gobierno denuncia un golpe tras las protestas que dejaron tres muertos y el liderazgo opositor se fractura en su intento de echar a Maduro
LA HABANA. Actualizado: GuardarVenezuela analizaba ayer el violento enfrentamiento entre el Gobierno y la oposición desatado después de las dos marchas paralelas del miércoles. El Gobierno de Nicolás Maduro denuncia un golpe desestabilizador de la oposición. Y sus adversarios políticos sostienen que fueron piquetes chavistas los que iniciaron la monumental trifulca que se saldó con tres muertos, 66 heridos y decenas de detenidos. ¿Quién dice la verdad? De momento, las autoridades han cursado órdenes de detención contra líderes del antichavismo.
La mañana del miércoles había comenzado tranquila. Se registraron marchas antagónicas en varias ciudades. El oficialismo celebraba el Día de la Juventud. Los estudiantes opositores reclamaban ante la Fiscalía la liberación de compañeros y protestaban por la situación del país. Cuando los jóvenes comenzaron a dispersarse aparecieron grupos de encapuchados que con cócteles molotov y piedras provocaron el caos, atacando a patrullas policiales. Hubo cruce de disparos. Se investiga de dónde salieron las balas que dejaron tres muertos, incluido un dirigente del colectivo 23 de enero, asociado al chavismo duro.
El presidente del partido Voluntad Popular, Leopoldo López, y la diputada María Corina Machado, apoyados por el alcalde mayor de Caracas, Antonio Ledezma, habían convocado la marcha estudiantil bajo el lema 'La salida'. Su correligionario Henrique Capriles se había desmarcado: «No vamos a participar. (Nuestra) agenda es social (.) no creemos ni en salidas violentas ni en salidas por golpes de Estado». Ayer, tras dar el pésame a las familias de las víctimas, el excandidato presidencial apoyó a los estudiantes pero rechazó la violencia: «Nadie puede alegrarse por la muerte, ni la muerte ni la sangre jamás serán el camino y ustedes lo saben».
No obstante, Capriles exigía que el Ejecutivo haga su trabajo. Dijo que hay vídeos y fotos que muestran a «grupos armados por el Gobierno que dispararon contra jóvenes que lo único que tenían, probablemente, era una piedra .(...) Usted no recibe una manifestación a plomo. Así no se controla a un pueblo». Capriles quiere «ver a Maduro dedicarse a acabar con estos grupos de paramilitares armados por ellos mismos». Su postura, tibia en opinión de algunos analistas, permite intuir una crisis del liderazgo opositor.
Las declaraciones de Leopoldo López fueron más contundentes. Invitó a seguir tomando las calles. Dijo que las marchas acabarán «cuando logremos sacar a quienes nos están gobernando».
México y Uribe
El chavismo entiende ese enunciado como un llamamiento al golpe cívico y por esa razón López es uno de los tres opositores que quiere detener el Gobierno. El ministro de Interior, Justicia y Paz, Miguel Rodriguez Torres, denunció una injerencia extranjera en la «protesta conspirativa». Y el canciller Elías Jaua sostuvo que Maduro se enfrenta a «un brote neofascista de ideología racista, excluyente e intolerante».
Rodriguez Torres presentó gráficos que probarían el plan desestabilizador. Dijo que se está preparando desde 2010, que parte de los planes se llevaron a cabo en México -aparentemente la formación en el uso de armas-, que EE UU y el expresidente colombiano Álvaro Uribe están detrás.
El antichavismo parece estar impaciente por sacar a Maduro del poder. Los opositores no comparten nada de lo que hace. Y la situación general del país tampoco ayuda al presidente. La escasez, la dificultad para negociar divisas, la fábrica Toyota sin materias primas pese al llamamiento oficial a continuar en activo, la inseguridad. Y, para colmo, a días de conmemorar el aniversario del fallecimiento de Hugo Chávez. El chavismo trata de cerrar filas, recuerda que ha ganado en las urnas quince elecciones consecutivas y agita el fantasma de otros intentos de golpe para frenar en seco las veleidades callejeras de sus adversarios.