Aristcrazy recupera el espíritu ‘Blade runner’
La colección de Duyos, creada a partir de 15 mantones de Manila, pone orden al caos de Devota & Lomba, que pasa de cómodas prendas invernales a ‘looks’ veraniegos | Etxeberría revisita la sastrería clásica en la antaño pasarela Cibeles, convertida en un espectáculo veraniego por obra y gracia de un ‘trastocado’ Miguel Palacio
MADRID Actualizado: GuardarAmaya Arzuaga ha sido la encargada de dar el pistoletazo de salida a la 59 edición de la Mercedes-Benz Fashion Week Madrid, dejando claro que le ha sentado muy bien el Premio Nacional de Diseño de Moda 2013. La burgalesa, que llevaba varias temporadas repitiéndose hasta la saciedad, ha mostrado una colección más atrevida en la que ha destacado su particular revisión de la tradicional capa española junto con los volúmenes que recrean el movimiento de las alas de los pájaros y pliegues simulando el 'baile' de las hojas.
Planteada más como una primera línea que como una segunda, Arzuaga ha jugado con la lana, el cashmere, el neopreno, el cuero elástico y, sobre todo, con la piel estampada y plastificada en diversas versiones -potro, vaca, cordero y cabra-. Los tejidos han sido bañados en los clásicos negro y camel, a los que ha añadido el verde bosque, el azul gitanes y un original estampado caleidoscópico.
Roberto Verino ha dado un giro radical a la jornada con una colección inspirada en la elegancia de finales de los 50 y principios de los 60. Toma protagonismo el trabajo casi manual y delicado que tanto influyó en la alta costura esos años dorados, manteniendo su estilo intemporal. El glamour de las grandes damas de la época, con Audrey Hepburn como estandarte, está presente en cada una de las prendas, complementadas con artesanales bolsos, guantes, sombreros y joyería, mientras que John Kennedy inspira la colección de hombre, con sastres impecables en tonos camel y conjuntos en pata de gallo y Príncipe de Gales.
Los colores de la tierra y el sol se plasman en ricos tejidos -lanas con sedas que se mezclan con apliques de pelo y napas de finísimo cordero español-, dando así a la colección un uso funcional, que da paso a una etapa más soñadora que se envuelve con una sinfonía de grises con destellos en plata enriquecidos con pedrería, destacando las capas sobre vestidos cortos que marcan un nuevo concepto de traje.
Miguel Palacio viste de verano el invierno
Miguel Palacio ha tomado el relevo de Verino, con una mujer igual de femenina pero con un aire mucho más juvenil y fresco. Tan fresco que parecía una colección destinada para la primavera-verano, en la que tan solo los tocados de zorro y alguna chaqueta con un toque invernal dejaban vislumbrar para que época del año están dirigidas sus prendas. Los bordados cobran relevancia, siempre sobre sedas y representados en formas geométricas que evocan a los años 70. El cuello y los hombros se convierten en el foco de atención, con lazadas realizadas con pailletes, hilos de seda, piedras y tejidos tecnológicos en vestidos muy veraniegos en los que el morado comparte espacio con la fuerza del negro y el crudo, combinados y en solitario.
Alejado de la sastrería clásica, uno de sus referentes, durante las últimas temporadas, Etxeberría revisita ese origen. Los volúmenes buscan su inspiración en el patronaje inglés de los años veinte, especialmente en las prendas de noche y gala, y en el napolitano de los cincuenta en cuanto a la silueta y los largos.
El guipuzcoano combina, como siempre, las lanas y los fieltros con la piel y el pelo, llegando hasta el calzado. Prendas cosidas con tanta maestría que no necesitan forros, incluida la peletería, en la que cabe destacar su osadía en la compleja unión del astracán con otras pieles. Un espectáculo en toda regla que dio paso al caos de Devota & Lomba, que ha diseñado para una mujer que busca la funcionalidad ante todo. El creador vasco ha pasado de cómodas prendas invernales con geometrías simples teñidas en azul oscuro y una extensa gamas de marrones a ‘looks’ veraniegos con tejidos vaporosos en verde agua.
Duyos se lía el ‘mantón’ a la cabeza
Después ha llegado el turno de Duyos, cuya colección se articula en torno a quince mantones de Manila hallados en una mercería de 1911. Las maravillosas flores y aves bordadas con paciencia y mimo en hilo de seda de colores hacen de estas piezas el material idóneo con el que vestir a una mujer muy femenina que busca el lujo contenido de la artesanía española. El diseñador se recrea en texturas como las lentejuelas braseadas –literalmente quemadas-, la piel, el tul, la pluma de avestruz y el crépe de seda en tonos que van desde el rosa a la gama de los marrones y grises pasando por el whisky.
Aristocrazy ha sido la encarga de echar el cierre a la primera jornada de la pasarela madrileña. La firma de joyería ha seguido el hilo conductor de ediciones anteriores, rindiendo homenaje a una de las líneas icónicas de la firma: savage. En esta ocasión han tomado como base al águila, con piezas repletas de plumas y garras con incrustaciones de ónix y lapislázuli. Como novedad, han integrado tornillos en todas sus piezas para conseguir el efecto de la antigua maquinaria industrial, en el que también destacan las cadenas para crear un efecto de ligereza y movimiento.