Italia, siempre Italia
Matteo Renzi, el hombre de los palos en las ruedas de Letta, ascenderá al poder en pocos días sin haber definido programa electoral alguno ante los votantes
MADRID Actualizado: GuardarUn nuevo primer ministro en Italia (si todo sale como se supone que está previsto) será investido en los próximos días sin haber defendido un programa ante el público en un proceso electoral previo, pues no es diputado, pero sí es desde hace dos meses exactos, el líder del Partido Democrático (PD). Se llama Matteo Renzi, es alcalde de Florencia y tiene solo 38 años.
Técnicamente el proyecto es irreprochable y, por supuesto, legal. Desde que consiguió ser secretario general de su partido, el gran partido del Centroizquierda, sin embargo, no ha hecho más que poner trabas al trabajo de su teórico compañero de armas, Enrico Letta, un ex vicesecretario general del PDI, encargado por el presidente Napolitano en abril pasado de formar un gobierno de amplia base tras las elecciones que, en medio de la tempestad por el futuro del jefe de la derecha, Silvio Berlusconi, no pudieron arrojar una mayoría clara.
La labor del estimado –y nonagenario– presidente de la República fue la de un orfebre de quien nadie quería prescindir (debía jubilarse y fue reelecto, y contra su voluntad, casi por aclamación de los parlamentarios) y puede decirse que salvó la situación de desgobierno insinuada tras la renuncia del primer ministro técnico, el reputado economista Mario Monti, quien se dedicó a gestionar la crisis financiera con destreza y es hoy, tras un paso breve y poco estimulante por los pasillos del poder, un jubilado de la política.
El programa sin programa
Letta cumplió el encargo perfectamente. Negoció con la derecha su permanencia en el gabinete (pero sin Berlusconi, incapacitado judicialmente y en vísperas de lo que sería su expulsión del escenario político poco después) y supo separar de ‘Il Cavaliere’ a Angelino Alfano, su mano derecha, quien comprendió que los días de impunidad y esplendor de su jefe y mentor habían acabado.
Letta –y ahora le sucederá lo mismo a Renzi– tuvo que contar con la ayuda, que ha sido leal y constructiva, de un Alfano revelado como pragmático y sensato, líder de un autoproclamado Nuevo Centro Derecha mientras su exjefe resucitaba su invento del pasado siglo, Forza Italia. Ni que decir tiene que de Alfano y su conducta en la vigente crisis dependerá en buena parte el porvenir del escenario político italiano.
Renzi reunió un pleno del PDI el jueves y allí se aprobó nada menos que por 136 votos contra 16 que Letta debería renunciar y él ser llamado a relevarle. No parece relevante que no tenga eso que convencionalmente se llama “un programa”, salvo que sea el de su PD, que él entiende inútil e inadecuado para su plan de “reformar el país de arriba abajo y sin perder tiempo”. Pero en realidad, sí tiene un plan de solo dos puntos del que depende su porvenir: a) una nueva ley electoral que provea mayorías amplias y estables; b) evitar a todo trance elecciones anticipadas. El segundo punto tiene muchos valedores y el primero muchos adversarios sobre todo entre los partidos menores, que se sienten literalmente amenazados de expulsión del circo.
Renzi, el hombre
Lo sucedido confirma la extendida tesis acerca de la inagotable creatividad italiana y hoy suscita más interés como espectáculo que como una crisis política profunda en uno de los grandes países europeos y con el octavo PIB más alto del planeta. Pero pronto será otra cosa el empeño de este hombre cuya carrera llama la atención sobre todo por su éxito inicial al presentarse inicialmente como una especie de ‘outsider’ llegado de la adorable Florencia.
Ha sido –es– un buen alcalde según casi todos los juicios, pero el mundo político está lleno de buenos regidores locales que no han servido al frente del gobierno del Estado. Muchos observadores veteranos no dudan en describirle como más ingenioso e hiperactivo que sólido y solvente y mientras para unos es ‘el Blair de Italia’ (él no oculta su admiración por el ex primer ministro británico, modernizador-enterrador del viejo laborismo) otros creen que es más un “post-moderno” ligero sin genuinas cualidades que un potencial hombre de Estado.
Los dos puntos de su programa antes anotados son muy distintos y si puede haber un cierto acuerdo sobre la conveniencia de terminar la legislatura le será mucho más difícil cambiar la ley electoral. Su pugna con los partidos menores, singularmente el Movimiento Cinco Estrellas de Beppe Grillo, pero también la izquierda ecologista-libertaria por no mencionar a la Liga Norte, promete ser épica. Su gusto por la eficacia, muy visible en la ejecutiva gestión municipal, le pide mayorías fuertes y le suscita un cierto desapego por las “politiquerías” de la vieja Roma un punto corrupta y frívola… Tiene por delante una misión casi imposible.