Programados para la vida
El neurólogo Dick Swaab publica 'Somos nuestro cerebro', un libro en que argumenta que todo lo que somos se determina antes del nacimiento
MADRIDActualizado:Sus investigaciones nunca han pasado desapercibidas. A lo largo del siglo XX proliferaron estudios que examinaban las bases sociológicas y hormonales de la identidad de género, la orientación sexual o la conducta social. Desde que diera sus primeros pasos como neurobiólogo, Dick Swaab se obstinó en demostrar que había algo más.
Lejos de la convulsión levantada en su momento, este holandés mantiene medio millar de líneas de investigación seguidas por equipos de científicos de 25 países. Sin negar que quizá faltó algo de pedagogía para evitar las malinterpretaciones, no esconde su orgullo: "¿Quién estaba equivocado?".
Recién llegado a Madrid, donde ofrece una conferencia invitado por la Obra Social 'La Caixa' y apadrina la edición española de 'Somos nuestro cerebro' (Plataforma Actual), una síntesis desenfadada de décadas de investigación que ha arrasado en su Holanda natal, Swaab revisa los rincones más controvertidos de su carrera científica.
Recuerda con agudeza que cuando, en 1990, halló junto a otro colega, diferencias funcionales en el hipotálamo que determinaban la orientación sexual y la identidad de género de los sujetos, tuvo que soportar meses de acoso, amenazas de muerte incluidas. "Podíamos aceptar diferencias sexuales de cualquier orden, pero nunca en el cerebro", señala. Entre las más combativas, las feministas. "Incapaces de aceptar cualquier condicionante ajeno a la preponderancia del hombre en la sociedad", subraya.
"Aceptar" nuestra configuración
Tampoco entendieron esta visión determinista los colectivos homosexuales. Pero del hallazgo de lo que equívocamente se denominó 'cerebro gay' y que definía el mecanismo congénito que 'programaba' la orientación sexual, Swaab extrajo una lectura que le distancia de interpretaciones darwinistas o demagógicas de su planteamiento. Para él, este hecho "incuestionable" -que todo rasgo de nuestra conducta se gesta antes de nacer-, es clave para "aceptar que debemos vivir conforme a cómo estamos configurados".
El Estado y la sociedad se equivocan cuando nos dictan su estilo de vida, ya que "todo viene determinado desde la concepción". Una sugerencia que no esquivó, reconoce, durante una reciente visita a Rusia.
Aunque la sexualidad presenta un rol central en su trabajo, el enfoque del exdirector del Instituto Holandés de Neurociencias resulta muy valioso para el estudio de alteraciones de la conducta que, a menudo, complican la integración de los individuos en sociedad. Swaab asegura que con una simple resonancia, se pueden detectar trastornos como la pedofilia.
Sabe que su teoría puede admitir cierto arriesgado coqueteo con la justificación al cuestionar la responsabilidad moral de los actos delictivos, pero de nuevo prefiere defender una lectura más constructiva. En lugar de recurrir al aislamiento propone que la justicia realice "un seguimiento del sujeto para aplicar soluciones eficaces al manifestarse el conflicto". En la integración encuentra la salida. "La gran mayoría de los pederastas no atacan jamás a un solo niño", subraya.
'El gen de Dios'
Consciente de la repercusión de sus afirmaciones, el veterano neurólogo tampoco pasa de puntillas sobre otra de las cuestiones más espinosas abordadas por sus colegas. En la línea de otro divulgador, el británico Richard Dawkins, defiende que la espiritualidad también reside en los genes y que de cada cultura depende el modo en que ésta se manifieste. En 'El gen de Dios', publicado en 2004, Dean Hamer identificaba el VMAT2 como la unidad genómica de cuya alteración dependería nuestro grado de sensibilidad hacia experiencias místicas y religiosas. En otras palabras, estamos programados para ser creyentes.
Swaab hace gala una vez más de su sentido del humor y argumenta este planteamiento con uno de los más célebres pasajes bíblicos. San Pablo halló de forma tardía el camino de Dios. Según la citada tesis, el tarsiano 'converso', de uno u otro modo, habría llegado a la misma revelación pues estaba programado para ello. Aunque crezcamos en un entorno religioso, sostiene el científico, nada nos predispone más a la espiritualidad como nuestra propia composición genética. Cuestión bien distinta es cómo terminemos enfocando estas pulsiones y cómo se relacionen éstas con la razón. Mayoritariamente el hombre ha cedido ante la religión imperante, con su comprensible objetivo de perpetuación de la especie. Otros han elegido la música, el arte o incluso, la ciencia.