«El magnicidio de Prim inspiró el de Kennedy»
El periodista Francisco Pérez Abellán desvela en 'Matar a Prim' las causas y los culpables del asesinato
MADRID.Actualizado:El 28 de septiembre de 2012 los restos momificados del general Juan Prim son extraídos de su ataúd para ser examinados por un grupo de forenses en el Hospital Universitario Sant Joan de Reus. Es un momento histórico. Por primera vez el cuerpo de quien fuera jefe del Gobierno de España, asesinado el 27 de diciembre de 1870 tras una emboscada en la que fue tiroteado, iba a ser sometido a una autopsia. El objetivo era tratar de desentrañar 142 años después el magnicidio que cambió el destino del país. Las conclusiones del estudio, ahora recogidas en el libro 'Matar a Prim' (Planeta, 2014), escrito por el periodista y criminólogo Francisco Pérez Abellán, ponen en cuestión la verdad oficial al revelar que la muerte de Prim se produjo esa misma noche por estrangulamiento y concluir que el general fue víctima de una amplia conspiración entre alfonsinos (defensores de la restauración borbónica con Alfonso XII), republicanos exaltados y partidarios del duque de Montpensier. Una operación orquestada desde el poder que, según los investigadores, sirvió de inspiración para futuros magnicidios, como el de John Fitzgerald Kennedy.
«Jamás, jamás, jamás volverán a reinar en España los Borbones, mientras yo pueda impedirlo». La tajante afirmación del general Juan Prim tras la expulsión de la reina Isabel II en 1868 muestra la determinación del entonces jefe del Gobierno por cambiar la dinastía en el trono de España, lo que a la postre le costó la vida. «Prim era el amo de España y pensaba cambiar de dinastía. Expulsar a los Borbones para siempre y establecer una monarquía elegida por el Parlamento y de corte más liberal encarnada en la figura de Amadeo de Saboya», asegura Pérez Abellán, que ha dirigido la la comisión multidisciplinar para esclarecer el crimen.
La principal novedad de la investigación fue determinar que la causa de la muerte de Prim fue por estrangulamiento a lazo pocas horas después de sufrir el atentado y no por la infección de las heridas tres días después como informaron las autoridades de la época. «Descubrimos unos surcos en el cuello que correspondían a las marcas producidas por el estrangulamiento con un cinturón», explica el criminólogo. Además, la autopsia reveló que ninguna de las heridas estaban curadas. «Si se cortaba la hemorragia se podría salvar. Pero las heridas no dejaron de sangrar». Estas conclusiones se realizaron gracias al perfecto estado de conservación de los restos de Prim, que fue embalsamado.
Pero ¿por qué le mataron? «Todo magnicidio es una traición», explica Pérez Abellán. Prim era un militar progresista y liberal defensor de una monarquía parlamentaria. En su contra se confabularon los intereses de una clase dirigente más conservadora que veía peligrar su estatus e influencia con la llegada del nuevo monarca Amadeo I. Pero también tenía enfrente a los republicanos, que creían más cerca que nunca el fin de cualquier monarquía.
Los investigadores no dudan en señalar como máximo responsable de la conspiración al general Francisco Serrano, regente del reino. A pesar de ser el jefe del Estado no tenía poder efectivo y ambicionaba el que poseía Prim. «El estrangulamiento se produce en presencia y por mandato o consentimiento de Serrano», explica Pérez Abellán.
Para esclarecer el magnicidio fue fundamental el estudio de los 18.000 folios del sumario. Sin embargo, no fue una tarea sencilla debido a que se encontraba desordenado y algunos fragmentos habían desaparecido. «Aquello era dinamita política pura y alguien trató de borrarlo y mezclarlo para volver loco a un investigador. Pero nosotros no nos desanimamos fácilmente», afirma. Según Pérez Abellán, los 13 magistrados que participaron en la instrucción del caso soportaron importantes presiones. «Algunos se acobardaron porque el poder político se inmiscuyó. Pese a todo elaboraron un sumario ejemplar», insiste.
Así, según el sumario, la noche del 27 de diciembre de 1870 había tres operativos preparados para atentar contra Prim. Cada uno situado en una de las posibles rutas que el general tomara al salir del Congreso. «Prim no tenía escape», destaca Pérez Abellán, que está convencido de que su asesinato inspiró posteriores magnicidios. «Los que mataron a Kennedy estudiaron el asesinato de Prim. En ambos casos hay un cabeza de turco, se inventó una mentira oficial y se engañó a la opinión pública», concluye.