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Sociedad

Picasso en su laboratorio

Una muestra irrepetible explora sus «paisajes interiores» a través de centenares de obras poco conocidasLos herederos aportan piezas clave para recrear la creación de Picasso desde su incorporación a las vanguardias hasta su época final

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La temporada artística gana temperatura, tensión y espectacularidad con la muestra 'Picasso. En el taller', un hito que reúne casi 200 obras del genio malagueño gracias a la Fundación Mapfre. En cartel hasta la primavera, propone una incursión «en el laboratorio de experimentación de Picasso». Desvela algunas de las facetas más íntimas del universal creador y penetra hasta su cocina a través de obras muy notables que ofrecen nuevos prismas de un universo artístico que entrelaza su arte y su vida. Las 180 obras reunidas, en buena parte pinturas, revelan los «paisajes interiores» picassianos y ahondan en la crucial relación entre el pintor, el taller y sus modelos. «Un tema recurrente para Picasso, que abunda en el mito del artista como alguien que se pinta a sí mismo pintando», según Pablo Jiménez Burillo, responsable del instituto cultural de la Fundación Mapfre.

Cuenta la muestra con obras de primerísima calidad, «inéditas o poco vistas en España», explica Jiménez. Son 80 lienzos, 60 dibujos y grabados, 20 fotografías y más de una decena de paletas de distintas épocas que permitirán conocer en detalle el día a día de Picasso y cómo el creador, que sigue en la cima del arte moderno, afrontaba sus desafíos plásticos.

María Teresa Ocaña Gomá, antigua directora del Museo Picasso de Barcelona y del museo de Arte de Cataluña, gran autoridad en las conexiones de Picasso con las vanguardias, es la comisaria de la muestra. La plantea como «un recorrido por el taller como espacio de labor creadora del artista, a la vez que como representación fiel y diaria de su cotidianeidad».

Propone un paseo por los distintos estudios en los que Picasso alumbró sus obras en casi todas sus épocas: Le Bateau Lavoir, los boulevards de Clycy y Raspail, Montrougue, La Boétie, Boisgeloup, La Californie y Mouguins. Lugares que Picasso inunda de cachivaches y referencias que denotan sus gustos: máscaras africanas, objetos encontrados, obras de colegas y fotos de amigos o familiares. No son solo lugares físicos para el trabajo; constituyen también el espacio emocional en el que se encarnan los anhelos y pulsiones creativas que alientan su obra. «El laboratorio oculto en el que Picasso se lanza a osadas transgresiones, en las que la mirada interna se impone a la mirada externa», resume la comisaria.

Sus talleres se convierten en «paisajes interiores» -tal como él mismo los llamaba-, en recintos sagrados que representan la crónica de las variaciones estilísticas e iconográficas de Picasso.

Sueños fraguados

«El taller de Picasso es su escenario, donde transcurre gran parte de su vida; recintos interiores en los que, mediante experimentaciones sin límite, fragua la cristalización de sus sueños», apunta Ocaña. Un taller que podría también constituirse en un instante en la habitación de un hotel, en la casa de un amigo, en un restaurante, en la barrera de una plaza de toros o en cualquier lugar donde se desatara el poderoso torrente creativo del malagueño.

Es en el taller donde nace el 'estilo Picasso' y la muestra permite recorrerlo desde la incorporación de Picasso a las vanguardias hasta el final de su obra. Una provechosa aventura creativa en la que «sin perder de vista la tradición de la pintura, vulnera sus reglas hasta destruirlas y genera nuevos cánones de belleza que responden al momento vital del artista, a una época, en una palabra, a la contemporaneidad», resume Ocaña. El director de la Fundación Mapfre elogia con largueza la generosidad de varios herederos de Picasso, «que ceden obras excepcionales, poco vistas o desconocidas, que convierten a la muestra en única, histórica e irrepetible, ya que no viajará a ningún otro lugar». Obras que pertenecen a Catherine Huntin-Blay -hija de Jacqueline Picasso, la última esposa del pintor-; a Claude Picasso, hijo; a Marina Picasso, nieta, y a Paloma Picasso, la menor de los hijos del artista.

Uno de los hitos es 'Autorretrato con paleta', la pieza que recibe al visitante y en la que un joven Picasso se pinta en 1906 con una sobria paleta en la mano derecha y una melancólica mirada en busca de inspiración. Es una tela procedente de la colección Gallatin y que cede el Museo de Arte de Filadelfia. El recorrido concluye con otro autorretrato de 1969, 'Hombre en el taburete', exhibido una única vez en la primera exposición del Palacio de los Papas de Aviñón en 1970, la penúltima muestra que el artista hizo en vida.