La infanta prejubilada
7 de octubre de 2011. La entrega de una bandera a un regimiento fue su último acto oficial. Desde que estalló el escándalo, ha desaparecido de la agenda de la Casa Real, a la que no volverá jamás
MADRIDActualizado:Aquella mañana de marzo de 2013, cuando descendió del vehículo en el que también viajaban su madre y su hermana, Cristina agachó la cabeza. Temía el juicio de la gente de a pie que se agolpaba a las puertas de la Clínica de la Milagrosa de Madrid donde el día anterior habían operado a su padre de una hernia discal. Hacía apenas una semana que su marido, por segunda vez, se había sentado ante el juez de Palma para rendir cuentas por el ‘caso Nóos’. En esa declaración, precedida de un aluvión de correos electrónicos del exsocio de Iñaki Urdangarin que no dejaban en buen lugar ni a la infanta Cristina ni a la Casa Real, el duque de Palma trató de desligar a su esposa y a la institución de su oscuro negociado. Pero el runrún seguía en la calle. Y por temor o vergüenza, quién sabe, Cristina agachó la cabeza. Al tiempo, la Reina Sofía y la infanta Elena agradecían, con sonrisas y saludos, el interés de los espontáneos que aguardaban noticias de la operación del Rey. Ni un silbido. Ni un gesto malsonante hacia la infanta señalada, que ocultaba su mirada tras unas gafas de sol. Y solo entonces, cuando estaba a punto de entrar, alzó su mano, saludó y pareció dibujar una sonrisa relajada.
Cristina ya no sonríe. Se le apagó el rostro a finales de 2011. Entonces, a Urdangarin se le apartó de las actividades de la Familia Real por su «comportamiento no ejemplar» y a ella se la jubiló como infanta de España. Ya no representa a la Corona. La Zarzuela se alimenta de la imagen, de una sucesión de instantáneas con las que intentar frenar –en otro tiempo el verbo elegido hubiera sido sumar– la fuga de adeptos. Y la marca Cristina resta. Y mucho. Está por ver y probar que haya cometido delito alguno. Pero del mismo modo que Rafael Sporttorno –se supone que por indicación del Rey– sentenció y condenó a Iñaki Urdangarin incluso antes de que el juez Castro le tomara declaración por primera vez en febrero de 2012, la Casa Real ha tomado distancias con la infanta Cristina. Insalvables. Con ella todo se hace de forma más discreta, tampoco hay que olvidar que es la hija y no el yerno, pero ya no interesa a la Corona. Es un lastre, por lo que se supone que ha hecho, para la imagen de la institución. Y tanto es así que desde que estallara el ‘caso Nóos’ no se ha vuelto a ver ni al Rey ni al Príncipe con ella. Sí a la Princesa Letizia, en las navidades de 2012, cuando doña Sofía reunió a sus ocho nietos, sus hijas y su nuera en el Circo del Sol.
Amor, ceguera, ambición
Que esos encuentros se habrán producido, probablemente; que seguirá habiéndolos, también. Pero no a los ojos del pueblo. Fotografías como las de hace algunos veranos en la escalinata de Marivent no se volverán a repetir. Ni por muchos años que pasen. Cristina representa hoy la imagen de una mujer que, por amor, ceguera o ambición –los jueces se encargarán de elegir el término–, ha hipotecado su futuro como representante de la Familia Real. Hasta que el escándalo movió los cimientos del hogar de los duques de Palma, era habitual la presencia de la infanta Cristina representando a la Corona. Bien es cierto que su presencia pública, como la de su hermana, fue disminuyendo a medida que la agenda de doña Letizia se llenaba de actos. Pero, por norma general, solían tener un par de actos al mes, incluso cuando fijó su residencia familiar en Washington.
Las últimas apariciones de doña Cristina como infanta de España, para quien el tiempo en la agenda real se detuvo el 12 de octubre de 2011, son de apenas unos días antes, del 6 y del 7 de octubre de ese año. Entonces, la hija de los Reyes presidió un congreso en el que se mostraban avances en la lucha contra el cáncer y también, al día siguiente, de negro, con mantilla, hizo entrega de la enseña nacional al Regimiento de Guerra Electrónica número 32, en Sevilla. ¿Alguien se imagina de nuevo a la infanta de esa guisa entregando una bandera en nombre del Rey? Zarzuela guarda silencio, no se pronuncia al respecto. Nunca ha dicho oficialmente que la infanta ya no representa a la Casa Real. Pero hay signos evidentes de que doña Cristina no volverá a recuperar el lugar perdido por el ‘caso Nóos’.
Es más, dejadez o descuido, el perfil de la infanta Cristina en la web de la Casa Real parece hoy una pesada broma. «Realiza numerosas actividades institucionales, culturales, académicas y de interés social, tanto en España como en el extranjero, especialmente en el ámbito europeo e iberoamericano», reza en su biografía, en la que nadie se hamolestado en actualizar que desde septiembre ya no reside en Barcelona, sino en Ginebra.