El régimen sirio clama victoria
El nuevo Damasco se tiñe de rojo, blanco y negro para mostrar cohesión frente a una oposición divididaEl Gobierno apela al nacionalismo, a la figura del presidente y, sobre todo, al Ejército para mantener unida a una sociedad rota y cansada
DAMASCO.Actualizado:Damasco se viste de rojo, blanco y negro. La bandera nacional decora las persianas de la mayor parte de comercios y en un recorrido por la capital cuesta mirar hacia cualquier lado sin encontrarse con los colores nacionales. La misma estrategia que empleó la oposición para marcar su territorio tras el levantamiento de marzo de 2011 con la enseña negra, blanca y verde (bandera de la independencia de los franceses), la usa ahora un régimen que después de casi tres años de guerra y más de 130.000 muertos apela al nacionalismo, al presidente y, sobre todo, al Ejército para mantener unida a una sociedad rota y cansada. Salimos desde el Ministerio de Información con el permiso que autoriza a trabajar en las calles de la capital en la mano, un papel imprescindible que hay que mostrar una y otra vez a los mil cuerpos de seguridad, de uniforme y paisano, que controlan cada esquina.
El recorrido arranca en Mezze, la avenida de ocho carriles de diseño soviético que desemboca en la plaza de los Omeyas y donde se encuentran gran parte de las embajadas extranjeras, incluida la española. Pedimos permiso a un joven armado con un AK47 a las puertas de un edificio que asegura es «la oficina de la familia Asad» para sacar una fotografía de un cartel enorme de Bashar con la letra del himno nacional. Pocos metros más adelante, tras superar la Embajada de Irán, otro cartel colgado en una escuela ensalza el papel del Ejército. Alí Saud, agente de Policía de paisano de 25 años, quiere hablar con el periodista extranjero para decirle que «nuestro destino está en manos de las fuerzas armadas». A su lado Alí Abdula vende té y café, pero acaba de cumplir 18 años y «pronto me llamarán a filas y no tengo miedo, hay que sacrificarse por la patria», un sentimiento que no comparten otros jóvenes que deciden huir del país. El servicio militar es obligatorio y desde el estallido de la crisis quien se viste el uniforme ya no se lo quita.
Sheikh Saad discurre paralela a Mezze y se ha convertido en una de las grandes arterias comerciales alejada de los barrios desde donde caen morteros casi a diario. En la acera se mezcla el olor de fruta fresca, el 'shawarma' (pedazos de carne de pollo o cordero que giran en asadores verticales) y la pintura. No hay comercio sin los colores negro, blanco y rojo en su persiana. Abu Moutaz, de 45 años y dueño de una tienda de móviles, dice que «se trata de una recomendación de la gobernación local y la verdad es que lo teníamos que haber hecho desde el comienzo de los problemas».
El cambio de imagen en Damasco llega a los puestos ambulantes, que vuelven a ofrecer llaveros, pegatinas, fotografías y collares con imágenes de los Asad. La familia que ostenta el poder desde hace 43 años y que era omnipresente hasta 2011. «Hemos vencido el miedo a las posibles represalias de la oposición», reconoce Abu Mohamed, vendedor llegado desde Idlib, bastión opositor al norte. Bufandas a 400 libras (dos euros), collares a 100 (50 céntimos), fotos del presidente 50 (25 céntimos). todo mezclado con el Ché Guevara, Hasán Nasrala (líder de Hezbolá) y espadas colgantes del imam Ali.
Fuertes tras Ginebra
«Es justo decir que El-Asad ha mejorado un poco su posición, sí. Pero aun así, no está ganando. Estamos en un punto muerto», declaró el secretario de Estado estadounidense John Kerry CNN. Una opinión radicalmente opuesta a la del doctor Bassam Abu Abdula, director del Centro de Damasco para Estudios Estratégicos, para quien «este clima de victoria» se debe a la «derrota de los planes de Washington de apoyar a una oposición armada. El Gobierno ha ganado legitimidad tras su paso por Ginebra y ahora está claro que el gran problema sirio e internacional es la lucha contra Al-Qaida».
La siguiente parada es la universidad donde «un simple estudiante de Farmacia», que pide ser presentado, asegura que «aquí es difícil poder decir abiertamente lo que se piensa, porque te puede costar caro». A sus 22 años afirma que «hemos perdido la esperanza, nadie va a ayudarnos y los cambios son a peor». Una foto de El-Asad da la bienvenida a todos los estudiantes desde el centro de la puerta principal como una especie de Gran Hermano orwelliano, «no olvides que en la universidad ha habido mucha presión para que no hubiera problemas en todo este tiempo», confiesa este joven, para quien «la nueva moda de las banderas en cada esquina busca dar imagen de unidad de cara al exterior, pero a muchos no nos dice nada».
Tras superar el atasco por el gran número de calles cortadas y los puestos de control se alcanza la Ciudad Vieja, una de las más antiguas del mundo habitadas. El furor patriótico ha llegado también al zoco del Hamidie, donde Dured, de 28 años y dueño de un comercio de maletas, estrena bandera nacional en su persiana «por iniciativa propia; es nuestra bandera y así lo dejaremos por mucho tiempo. El Ejército va ganando la guerra y será el vencedor final porque es quien tiene la razón».