Sochi, unos Juegos de alto riesgo
La vecindad de la conflictiva región del Cáucaso Norte ha exacerbado las medidas de seguridad hasta la incomodidad extrema
MOSCÚ.Actualizado:Igual que los Juegos Olímpicos de Moscú de 1980 supusieron un esfuerzo del régimen comunista para abrirse al mundo y tratar de demostrar que la Unión Soviética no era el «imperio del mal», los de Invierno que hoy arrancan en Sochi y cuya ceremonia de apertura se celebra mañana, significan para el presidente Vladímir Putin la oportunidad de mostrar el «desarrollo» y la «modernidad» que Rusia ha conseguido bajo su mandato.
La ciudad balneario de Sochi, en la costa del mar Negro y a los pies de la cordillera caucásica, aunque a tiro de piedra de una zona en situación de guerra permanente, se convierte así en el escaparate con el que Putin ansía darle brillo a su reinado. El esfuerzo hasta llegar aquí ha sido titánico porque Sochi nunca había sido una estación de deportes de invierno y porque, hasta antes de ser proclamada sede olímpica, tenía unas infraestructuras deficientes y obsoletas.
Pero levantar todo desde cero, en un tiempo récord y en un sustrato administrativo como el ruso ha provocado abusos y corrupción. Expropiaciones sumarísimas sin la debida compensación, daños medioambientales y una brutal explotación a los inmigrantes contratados para las obras. El costo de los preparativos del evento deportivo se calcula en 37.000 millones de euros, el más alto de la historia para unos Juegos, y, según distintas estimaciones, por lo menos un tercio del total ha ido a parar a bolsillo corruptos.
Pero eso parece haber quedado atrás y ahora está todo listo para que Putin se luzca e impresione al mundo. Sochi es un proyecto personal del máximo dirigente ruso. Él mismo se trasladó a Guatemala en julio de 2007 para defender ante el COI la candidatura del balneario ruso y logró obtener la organización del acontecimiento deportivo con el que espera mejorar la reputación de su país y reforzar aún más su poder.
Sin embargo, la jugada implica riesgos muy altos y lo que pretende ser una perspicaz operación de márketing podría tornarse en un severo revés, si las cosas salen mal. Los Juegos Olímpicos van a discurrir a menos de 100 kilómetros, monte a través, de Karachaevo-Cherkessia, en donde tienen lugar frecuentemente operaciones de la Policía y el Ejército para desarticular células terroristas. Poco más allá, hacia el este, se encuentran otras repúblicas musulmanas con brotes insurgentes como Kabardino-Balkaria, Ingushetia, Chechenia y Daguestán. En esta última los ataques de la guerrilla islámica son prácticamente diarios y de ahí procedían los suicidas autores de las matanzas del 29 y 30 de diciembre en Volgogrado, en una estación de ferrocarril y en un trolebús. El balance de aquellas dos explosiones fue de 34 muertos. Precisamente ayer, las fuerzas de seguridad rusas dieron muerte en una operación en Majachkalá, la capital de Daguestán, a Dzamaltín Mirzáyev, supuesto cerebro de los atentados de Volgogrado, ciudad que está situada a menos de 700 kilómetros de Sochi. Doku Umárov, el jefe de la guerrilla islámica en el Cáucaso Norte, pidió el pasado verano a sus muyahidines que intenten por todos los medios «reventar» la Olimpiada.
Despliegue descomunal
De ahí las descomunales medidas de seguridad adoptadas. En Sochi han sido desplegados 75.000 efectivos de la Policía, el Ejército y el Ministerio de Protección Civil. Hay agentes prácticamente en cada esquina y estrictos controles de seguridad hasta para subir a los telesillas. Los accesos a la ciudad recuerdan puestos fronterizos. No se puede entrar en coche, salvo los locales o con permiso especial, no sólo durante los Juegos (7-23 de febrero) sino también hasta después de los Juegos Paralímpicos (7-16 de marzo). Tan exageradas prevenciones amenazan con provocar desagradables incidentes y múltiples incomodidades a los visitantes.
Otro problema al que Putin tendrá que hacer frente son las posibles protestas durante los Juegos por las leyes aprobadas en Rusia el año pasado contra la propaganda homosexual entre los menores y la prohibición de adoptar a parejas homoparentales. Tales medidas, unidas al demostrado talante autoritario y poco respetuoso con los Derechos Humanos del primer mandatario ruso, han llevado a un boicot soterrado de los principales líderes mundiales.
A Sochi no acudirán el jefe de la Casa Blanca, Barack Obama, ni nadie de su entorno más cercano. Tampoco lo harán los presidentes de Alemania, Francia y Lituania, Joachim Gauck, François Hollande y Dalia Grybauskaite, ni el primer ministro británico, David Cameron. Entre quienes ya han confirmado su presencia, al menos en la inauguración, están el líder chino, Xi Jinping, el presidente ucraniano, Víctor Yanukóvich, y el jefe del Gobierno italiano, Enrico Letta.
agentes de la Policía, el Ejército y el Ministerio de Protección Civil conformarán el dispositivo de seguridad establecido por el Kremlin para la Olimpiada de Sochi