La ONU documenta la tortura de niños en Siria
Un informe revela la cruda situación de los menores, reclutados como soldados por los rebeldes o asesinados a manos del Ejército
NUEVA YORK.Actualizado:Los rebeldes los reclutan como soldados y el Gobierno los tortura con electrodos en los genitales. Así de bárbara es la guerra de Siria para los niños, los más débiles y los más desprotegidos. El secretario general de la ONU Ban Ki-moon presentó la semana pasada a puerta cerrada el primer informe que recoge el impacto de tres años de conflicto en la infancia siria, y su representante Leila Zurrogui responderá a las preguntas del Consejo de Seguridad la semana que viene. Por brutal que resulte su testimonio, difícilmente servirá para que los 15 países en cuyas manos descansa la seguridad del mundo tomen cartas en el asunto.
El 11 de noviembre un mortero alcanzó un autobús escolar aparcado a la puerta de un colegio en la zona de Bab Sharqi, a las afueras de Damasco. Dentro del vehículo perecieron cuatro niños y el conductor, mientras que fuera murieron otros cuatro niños y dos profesores.
El dramático incidente podría haber ocurrido en Irak, Libia o cualquier otra guerra del planeta, por mucho que la Convención de Ginebra exija que los combates exoneren colegios y hospitales, pero Siria no es una guerra cualquiera, sino una de las más crueles. El conflicto ha afectado al 60% de los hospitales y el 92% de las ambulancias. «Las fuerzas del Gobierno fueron las principales perpetradoras de los ataques contra hospitales e infraestructura sanitaria», dice el informe, que también se hace eco de la acusación contra las fuerzas de la oposición como responsables del ataque descrito contra ese autobús escolar, uno de los 28 contabilizados en el último año.
Más de mil colegios se han convertido en refugios para la población obligada a abandonar su casa por los combates, dejando a dos millones de niños sin educación. Otros han sido transformados en centros de detención por las milicias del Gobierno, que no diferencian entre niños y adultos. Es este bando donde se registran los peores abusos infantiles, especialmente durante los primeros dos años de la guerra. En el tercero, la oposición y los grupos fundamentalistas les están dando alcance en cuanto a secuestros y ejecuciones sumarias.
En julio de 2012, antes de que Homs quedase convertido en una ciudad fantasma de fachadas desgarradas que muestran las entrañas de las casas, las fuerzas del Ejército sirio registraron un barrio en busca de manifestantes. Como no los encontraron se llevaron arbitrariamente a una niña de 14 años, a la que violaron durante seis meses antes de ponerla en libertad. El caso no es inusual, pero sí uno de los pocos que la ONU ha podido documentar.
Violencia sexual
El informe aclara que la violencia sexual en el conflicto sirio no se denuncia por miedo al estigma social y a las represalias. Incluso se cree que es uno de los motivos por los que las familias abandonan sus hogares, lo que lo convierte en una poderosa arma de guerra. Según la ONU, son principalmente los servicios de inteligencia del Gobierno los que perpetran estos nauseabundos abusos en centros de detención «formales e informales» para «humillar, dañar, arrancar confesiones o presionar a sus familiares para que se rindan». Los informes de violencia sexual que ha recibido la organización incluyen shocks eléctricos y quemaduras en los genitales, así como la violación de niños «y en algunos casos niñas».
Así es como un niño de 16 años, detenido en marzo de 2012 en un control de seguridad cerca de su colegio de Idlib, junto a otros cuatro menores, fue obligado a presenciar la violación de su hermano pequeño de 14 años, que luego fue asesinado. Otros dos niños de 15 y 16 años fueron detenidos y violados durante tres meses en un centro de inteligencia de las fuerzas aéreas de Damasco.
Niños de apenas 11 años han sido encerrados en celdas de adultos, les han arrancado las uñas, cortado los dedos y golpeado la espalda con martillos «en algunos casos hasta la muerte», además de ser obligados a presenciar la tortura de sus padres.
Los rebeldes no están exentos de atrocidades. Si el Gobierno pone a los niños entre los tanques y sus soldados para disuadir los ataques, el Ejército Libre Sirio los enseña a usar armas y machetes y los coloca en los controles de seguridad a edades tan tempranas como los 12 años. Les usan como cocineros, porteadores, espías, mensajeros, contrabandistas de armas y les ponen a limpiar los fusiles y cargar armas. El Código de Conducta que la coalición de grupos rebeldes aprobó en agosto de 2012 no menciona ni prohíbe el reclutamiento de niños, que a menudo son introducidos en la lucha por algún miembro de su familia. El informe admite que no se trata de algo sistemático y relata que algunos de los niños entrevistados creen que es «su obligación».
Son, finalmente, los fundamentalistas islámicos que han secuestrado la revolución en el último año y medio los que le hacen la competencia al Gobierno en los abusos más desalmados. Ejecutan sin compasión e irrumpen en los colegios para imponer la enseñanza de sus visiones extremistas y les arengan a unirse a la yihad. Para final de año la ONU estima que el número de desplazados se habrá doblado, y el conflicto no tiene visos de terminar.