ESPAÑA

Rubalcaba, dos años de transición del infierno al purgatorio

El PSOE considera encauzados sus problemas de proyecto y liderazgo, pero asume que su discurso económico aún no es creíble

MADRID. Actualizado: Guardar
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«Estamos en condiciones de competir, pero eso no significa que no nos falte camino por recorrer si queremos recuperar la confianza de los ciudadanos». El análisis que hace el entorno de Alfredo Pérez Rubalcaba, a punto de cumplir los dos años como secretario general del PSOE en una de las etapas más complicadas de la historia reciente del partido, no es precisamente triunfalista. El equipo elegido el 5 de marzo de 2012, durante el Congreso que siguió a una debacle electoral sin precedentes, de 169 diputados a tan solo 110, no ha logrado que el partido despegue en las encuestas. Y, sin embargo, exhala cierta sensación de deber cumplido.

El secretario general de los socialistas recibió en Sevilla el mandato de reconstruir un partido dividido entre quienes creían que esa tarea solo podría abordarla un político experimentado y de trayectoria solvente, como él, y quienes entendían que, en un país indignado contra el sistema que fue incapaz de impedir una crisis económica dolorosísima, había que apostar por alguien que simbolizara el cambio. La tensión entre un bloque y otro no ha desaparecido en todo este tiempo. Pero lo cierto es que, el pasado 10 de noviembre, cuando Rubalcaba proclamó triunfal el retorno del PSOE al campo de juego, ni siquiera los más críticos con su liderazgo se atrevieron a ponerlo en cuestión.

La paradoja a la que se enfrenta el veterano político, acompañado siempre de una fama de eficacia y brillantez, reside precisamente en eso, porque incluso quienes querrían que lo deje admiten sus capacidades. «Es el mejor en el peor momento», «el problema no está en lo que hace o lo que dice, sino en que con él no conseguimos que los ciudadanos nos sintonicen». Frases como esas se han repetido de manera continua estos dos años en boca de dirigentes destacados del partido. Sus más afines ponen sobre la mesa resultados. «Nadie dijo que sería fácil», argumentan.

El balance que presenta la propia ejecutiva socialista tiene varias luces, pero también alguna sombra. Durante 2013 Rubalcaba siempre repitió que aquel era el año de las tres crisis: la económica y social, la política y la territorial. Se refería a España, pero en la cúpula socialista trazan un paralelismo con sus propios problemas. Y la conclusión a la que llegan es que, al menos, han logrado encauzar dos de tres. Que ya es más, arguyen, de lo que ha conseguido el PP de Mariano Rajoy.

Liderazgo e ideología

La crisis política, en el caso del PSOE, no era poca cosa aunque en el círculo del secretario general ponen en valor que, al menos, no hay fractura ideológica. «No podemos negar que ha habido un cuestionamiento del liderazgo -admiten-, pero al fin y al cabo ese es un problema más fácil de resolver y hemos puesto los instrumentos para lograrlo». Es cierto que la redefinición en la Conferencia Política de noviembre del proyecto socialdemócrata con el que pretende identificarse el partido y la convocatoria de las primarias abiertas a los simpatizantes ha serenado mucho las aguas. Pero nadie sabe aún cómo saldrá un experimento que, como reconoce la mayoría en privado, da mucho vértigo.

La crisis territorial ha sido uno de los grandes lastres para el partido socialista desde hace años. El debate del Estatuto de Cataluña, aprobado en 2006, hizo estragos en el grueso del electorado y, precisamente por eso, una de las promesas de Rubalcaba en su campaña para dirigir el PSOE fue la de devolver al partido la capacidad de defender un mismo discurso en toda España. Pero el hecho de que el PSC sucumbiera a la pulsión que vivía Cataluña a favor de eso que los nacionalistas llaman el «derecho a decidir», le complicó la vida.

Ahora, la dirección socialista vive con alivio el desmarque claro que el primer secretario catalán, Pere Navarro, ha hecho de la ofensiva de Artur Mas para celebrar un referéndum de autodeterminación. Por el camino, el conjunto del PSOE ha asumido la defensa de una reforma constitucional que profundice en los rasgos federales del modelo autonómico español. Algo por lo que el PSC siempre peleó. El miedo del partido hermano es que sea tarde para ganar todo el terreno perdido, y ha sido mucho, en una sociedad radicalizada. Y el temor del resto de las federaciones, que nadie les entienda.

En lo social, el PSOE sigue defendiendo su tarea como «arquitecto» del estado de bienestar. Y admite que el PP le ha servido en bandeja un espacio que ni en sus predicciones más catastrofistas pudo imaginar. No solo por los ajustes y recortes, sino también por lo que afecta a las libertades, ahí están la ley del aborto y la de seguridad ciudadana. Pero su gran talón de Aquiles, según confiesan, sigue siendo el discurso económico.

La gran preocupación de los españoles es el paro y la dirección del partido no se engaña. Dos veces ha pasado el PSOE por el Gobierno y en las dos lo ha dejado, con Felipe González, primero, y con José Luis Rodríguez Zapatero después, con altas tasas de desempleo. «Es luchar contra la historia», admiten.