Obama se pone firme
La amenaza de recurrir a las órdenes ejecutivas ante el bloqueo impuesto por el Congreso a algunas de sus propuestas estrella abre un nuevo escenario en la relación del mandatario con la rama legislativa
MADRIDActualizado:Se acabó el político soñador que creía posible cerrar la brecha aparentemente insalvable entre demócratas y republicanos para sacar adelante una agenda bipartidista. A Obama cada vez le queda menos tiempo para construir su legado y se le ha agotado la paciencia. "Estados Unidos no se detiene. Y yo tampoco lo haré", proclamó esta semana durante el discurso sobre el Estado de la Unión. 2014 será un año de acción, prometió el mandatario, quien lanzó un órdago a sus adversarios. Si el Congreso es incapaz de ponerse de acuerdo sobre el modo de resolver los problemas que aquejan al país, el presidente hará valer sus prerrogativas. Un abierto desafío al sector más intransigente del 'Grand Old Party' que augura un tiempo de encarnizadas batallas justo cuando representantes y senadores se preparan para las legislativas de noviembre.
La Constitución de Estados Unidos otorga al inquilino del Despacho Oval amplios poderes. Pero a la vez restringe su libertad de actuación al oponerle un Congreso cuyos miembros se deben más a sus votantes -y a los 'lobbys'- que al partido al que representan. Incluso cuando las dos cámaras tienen el mismo color político que el que impera en la Casa Blanca, el mandatario de turno ha de hacer encaje de bolillos para sacar adelante sus propuestas. La capacidad de interlocución con el Capitolio resulta clave, como puso de manifiesto Lyndon B. Johnson al lograr aprobar el paquete legislativo que sería conocido como la 'Gran Sociedad' y que era deudor en buena medida de la 'Nueva Frontera' de John F. Kennedy. Mientras el presidente bostoniano fue incapaz de sortear el bloqueo impuesto a algunos de sus programas más queridos por la alianza tejida entre republicanos y demócratas sureños, su sucesor, antiguo líder de la mayoría demócrata en la Cámara de Representantes, logró engatusarles con el legendario 'tratamiento Johnson'.
Una capacidad de diálogo de la que, hasta el momento, ha carecido la Administración Obama. Claro que buena parte de la culpa cabe atribuírsela a los republicanos. Incapaz de embridar a los extremistas del Tea Party, el presidente de la Cámara de Representantes, John Boehner, ha aparecido en numerosas ocasiones cariacontecido para actuar como portavoz de un sector empeñado en proclamar que el Gobierno no es la solución sino el problema. Con su discurso sobre el Estado de la Unión, Obama da una vuelta de tuerca a esta máxima, subrayando que el problema no es el Gobierno sino el Congreso.
Colisión
Tras las palabras de Obama, la colisión está servida. El mandatario se encuentra en uno de los momentos más bajos de su presidencia, con un índice de aprobación de su gestión del 46%, de acuerdo con el último sondeo realizado por 'The Washington Post' y 'ABC News'. Su único consuelo es que la percepción que los estadounidenses tienen del trabajo que lleva a cabo la rama legislativa es bastante peor. Apenas un 12,4% dan su visto bueno a la labor del Congreso, según la media elaborada por Real Clear Politics, muy cerca del techo del 85% alcanzado a finales de noviembre del pasado año, cuando aún coleaban las áridas negociaciones que permitieron evitar 'in extremis' la suspensión de pagos.
Desde que los demócratas perdieron en las legislativas de 2010 la mayoría de que gozaban en la Cámara de Representantes, Obama se ha topado con un muro casi infranqueable. Mientras trataba de mantener en pie la reforma sanitaria, su programa estrella, el presidente veía cómo una y otra vez sus propuestas eran desoídas. De las más de cuarenta iniciativas que presentó en el discurso sobre el Estado de la Unión de 2013, únicamente dos pasaron el filtro del Congreso: la ley de violencia contra las mujeres y el aumento del techo de endeudamiento. Las otras acabaron en el cubo de la basura. Ni subida del salario mínimo, ni modificaciones en el ámbito impositivo y, mucho menos, mayor control de las armas.
¿Presidencia imperial?
Ante esta situación, Obama amenaza con recurrir cada vez más a las órdenes ejecutivas para implementar su programa en pro del fortalecimiento de la clase media, el eje que vertebra su segundo mandato. Algunas de ellas ya las apuntó el martes: subida salarial para los empleados federales, el establecimiento de cuentas de ahorro de cara a la jubilación de los estadounidenses y la imposición de nuevos estándares de eficiencia en el consumo de combustible para camiones, entre otras. No citó, sin embargo, la paralización de la deportación de personas cuyos hijos fueron introducidos de manera ilegal en Estados Unidos, probablemente con la intención de mantener vivo el anhelo de que el Congreso sancione su ambicionada reforma migratoria.
¿Se propone Obama profundizar en lo que sus detractores describen como “presidencia imperial”? Así lo han advertido políticos republicanos como Ted Cruz, senador por Texas, tras escuchar el discurso sobre el Estado de la Unión. Alega este puntal del 'Tea Party' que el mandatario está tratando de subvertir la división de poderes consagrada en la Constitución de Estados Unidos, y cita los intentos que, a su juicio, ha hecho el Departamento de Justicia por ampliar el poder federal a lo largo de los últimos años.
Unas palabras que suenan excesivamente alarmistas, a tenor del calibre de las medidas anunciadas hasta el momento por Obama. Y, en cualquier caso, su margen de actuación no es demasiado grande. Para los programas más ambiciosos, necesitará inevitablemente la sanción del Congreso.
Lo estimulante del discurso del presidente radicó más en la forma que en el fondo. Con las legislativas de noviembre a la vuelta de la esquina, el demócrata necesita galvanizar a sus correligionarios. Recuperar escaños -algo siempre difícil en las elecciones de mitad de mandato para el partido que está en la Casa Blanca- resulta capital para Obama si quiere engrandecer su legado. Tras meses en los que un ambiente cuasi-depresivo sobrevolaba la mansión presidencial, el mandatario ha trazado una hoja de ruta para 2014. Ahora deberá mostrar sus dotes de equilibrista para combinar negociación con acción. De que sea capaz de aplicar las dosis adecuadas de una y otra dependerá el veredicto que emita para él la historia.