Nombre sin 'seny'
Carles Puyol y Vanesa Lorenzo reciben críticas de los sectores más catalanistas por llamar a su hija Manuela
MADRID .Actualizado:Los padres tienen la potestad en España de poder elegir el nombre que les dé la gana para sus hijos. Sobre este asunto hay jurisprudencia suficiente y la ley fija que esa libertad solo está limitada por la exigencia de que el nombre elegido para el pequeño no sea peyorativo, suponga un insulto o lastre a la persona en el futuro.
Carles Puyol y su pareja Vanesa Lorenzo acaban de ser padres de una niña. Y como padres no han dudado en compartir con todo el mundo la noticia en ese panel de anuncios de internet que es Facebook. «Vanesa Lorenzo y yo estamos muy felices de anunciar que ayer nació Manuela, nuestra primera hija», proclamó el pasado sábado el exultante jugador de fútbol. Más de 6.800 personas les han felicitado a través de esa red social por su paternidad.
También, como cualquier pareja, el capitán del Barcelona y la modelo se han dejado la piel para elegir el nombre para la pequeña. Y así han decidido que se llame Manuela. Todo normal. Sin embargo, algunos no han dudado en atacar al futbolista porque consideran que el nombre de la pequeña es poco catalán.
Los comentarios mordaces no cesan por parte de algunos que tal vez habrían preferido un Monserrat o una Mercè. Pero no tienen derecho, por mucho nacionalismo que haya por medio, para entrometerse en una decisión así. La niña se llamará Manuela por el motivo que sea, porque la elección última, máxima y sublime es de los padres.
Este derecho no ha sido siempre así en España. En otras épocas había que inscribir a los pequeños en el registro civil con el nombre en castellano o castellanizado. Incluso, la Iglesia también mediaba en este asunto y, por ello, los parrocos no dudaban en incrementar al Luis, Alberto, Susana o María con otro nombre correspondiente al santoral de la jornada. Y así salieron María Estefanía Guillermina, Carlos Constancio o Alberto Rómulo, nombres que, por supuesto, no figuran en los DNI.
Uno de los precursores de que todo esto se haya corregido es el escritor y ecologista leonés Ramiro Pinto. El que fuera número uno de Los Verdes al Parlamento Europeo y una de las personas que se luchó con denuedo por salvar el valle de Riaño de las aguas de embalse entabló hace un cuarto de siglo una batalla judicial contra el juez encargado del Registro Civil de León. El motivo: no le permitían llamar a su hijo Rayo. Según explicaba en sus recursos, se trataba de una abreviación del nombre de los padres (Ramiro y Yolanda). «Sugiere bellas imágenes como un rayo de luna y aludimos a la leyenda de Gustavo Adolfo Bécquer», apuntaba. Al final, la Justicia le dio la razón y el nieto del compositor del himno de León, José Pinto, se llamó Rayo Pinto.
Tras lo ocurrido, el Gobierno cambió la ley y así los padres pueden llamar hoy a sus hijos como quieran. Otra cosa es lo que ocurre en los últimos años con la interculturalidad en las aulas. Los nombres han cambiado mucho y a la lista en la que estaban Juan Pérez, Isabel López o Raquel Ramos se han intercalado Kevin Rodríguez o Vladimir Sánchez.