La asignatura pendiente del Príncipe al cumplir los 46
Don Felipe sopla velas totalmente preparado para reinar en cuanto llegue el momento, aunque envuelto en el runrún de una crisis de pareja
MADRIDActualizado:Es un jueves más en la agenda del Príncipe de Asturias. Pero no es un jueves cualquiera. Cumple don Felipe 46 años. Lo de celebrarlo es otra cosa. Sopla velas el heredero de la Corona envuelto en el runrún de que las cosas en casa no marchan bien. La mecha se encendió en verano, con ese adiós repentino y solitario de doña Letizia a Marivent y nada ni nadie ha sido capaz de frenarla. Pero el problema, el lastre, es que lo que en cualquier familia no deja de ser una crisis de pareja, en una monarquía es una crisis institucional. Lo que en realidad suceda entre los Príncipes solo ellos lo saben, pero… Don Felipe y doña Letizia, que no son ajenos a lo que se dice y se comenta, son conscientes de que flaco favor hacen a la Monarquía y se están haciendo ante el futuro si no son capaces de cortar de raíz esta situación.
Es, probablemente, la imagen como pareja la asignatura pendiente del Príncipe al cumplir los 46. Él eligió una compañera para que lo acompañara en “la labor de servir a España”. Y pese a que pocas pegas se puede poner al papel que desempeña la Princesa, salta a la vista que algo falta. El resto de exámenes a los que se ha sometido, sobre todo en estos últimos doce meses, don Felipe los ha superado con nota.
“Es una persona encantadora, de gran honestidad intelectual, muy formado, muy trabajador; podemos tener confianza y seguridad (en él)”. Son palabras de don Juan Carlos refiriéndose al futuro Rey de España. Las pronunció con motivo de su 75 cumpleaños, hace algo más de un año, en una entrevista en TVE que recibió no pocas críticas por las formas, no por el fondo. Porque el Monarca aprovechó la cámara para lanzar mensajes claros. Y uno de ellos fue contundente: «De los Príncipes de Asturias que ha habido en la historia de España, él es el mejor preparado, aunque esté mal decirlo y presumir, pero presumo de hijo». Nunca antes se había escuchado al Rey decirlo con tanta rotundidad.
Su afirmación, eso sí, no sonó a nueva. Está bastante manida, dígase de paso. Durante años se ha hablado de lo mismo. Don Felipe se lleva preparando para «llegado el momento» casi cuatro décadas. Todo hacía pensar que la teoría la tenía bien aprendida, pero… ¿y la práctica? Los últimos acontecimientos han demostrado que también. Desde que don Juan Carlos sufrió el accidente en Botsuana, la presencia del Príncipe ha ganado enteros. Si bien es cierto que fue en 2010, cuando tras la operación de un nódulo en un pulmón el heredero asumió por primera vez la agenda de su padre, no lo es menos que la cacería africana y la rotura de su cadera derecha en ese viaje, en abril de 2012, marcó un antes y un después.
Don Juan Carlos no ha vuelto a ser el mismo desde aquel episodio. Pidió perdón públicamente, pero su aceptación popular sufrió un fuerte retroceso. La Casa del Rey tiene sus encuestas y lo admite. Su movilidad tampoco le ha permitido grandes alardes desde entonces. De ahí que el foco se haya puesto en don Felipe. Y no porque el Rey esté pensando en el camino de la abdicación que tomaron este año la reina Beatriz de Holanda y el rey Alberto de Bélgica, que eso también lo dejó claro al cumplir 75 años, y volvió a escucharse hace unos meses en boca de Rafael Spottorno, jefe de la Casa del Rey, sino porque la Zarzuela empieza a manejar sus tiempos ante lo que es evidente, tarde o temprano habrá un cambio en la jefatura de Estado. ¿El objetivo? Que la transición sea tranquila.
A estas alturas, después de ver al príncipe Felipe presidiendo actos en principio reservados para el Rey, después de casi dos años en los que don Juan Carlos se ha pasado más de la mitad de baja por sus problemas físicos, la figura del heredero no abre grandes debates. Y los que surgen los solventa. Sin ir más lejos, muy comentada y aplaudida fue su intervención en Buenos Aires con motivo de la defensa de la candidatura de Madrid 2020. Don Felipe mostró allí una cara bien distinta a la que tiene acostumbrada. Tampoco hay que olvidar que el ambiente en el que se manejaba era más distendido, entre deportistas, sin férreos y encorsetados protocolos.
Representativa
Con los años, el papel institucional del Príncipe ha crecido y el de don Juan Carlos ha menguado. Pero su función siempre ha sido, y será, representativa, no funcional. Tras finalizar su formación académica y militar, la presencia de don Felipe en actos institucionales ha sido continua. Y en solitario, ya no junto a los Reyes. Hasta que llegó ese momento, solo acaparaba el protagonismo cada octubre en Oviedo con motivo de la entrega de los premios Príncipe de Asturias. En 1996, no obstante, la Zarzuela decidió dar un paso más. Desde ese año, es don Felipe quien acude en representación del Rey a las tomas de posesión de los presidentes iberoamericanos.
Con una función definida, agenda y residencia oficial propia, su matrimonio con doña Letizia en 2004 ha afianzado su figura como próximo jefe de Estado. Con el nacimiento de las infantas Leonor y Sofía se completó la foto de la futura Familia Real, de la que -también «llegado el día»- saldrá definitivamente Iñaki Urdangarin, quien ha ocasionado no pocos quebraderos de cabeza al heredero de la Corona. Y es que, si ya de por sí resulta complejo justificar en el siglo XXI el papel de la monarquía, cuánto más si uno de sus miembros acaba imputado por sacar provecho de su nombre y posición para beneficio propio, como es presuntamente el caso del marido de la infanta Cristina.
En estos últimos tiempos, el Rey, con su viaje a Botsuana, tampoco ha allanado el camino de don Felipe hacia el trono. La relación con doña Letizia y esos insistentes rumores de crisis en la pareja, tampoco. El Príncipe, que supo marcar distancias con Urdangarin e incluso con su padre ante los contratiempos, para reubicarse y reinvidicarse como heredero, tiene ahora la obligación y necesidad de resituar la imagen como pareja de los futuros Reyes de España.