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Apuntes

Lágrimas de desesperación

La imagen de Francisco Mateo, derrumbado, roto del dolor por la salida del pistolero Kubati, debe ser el martillo en la mente del legislador que se olvida de hacer las cosas bien y a tiempo

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Ya se han cumplido tres meses desde que el Tribunal Europeo de Derechos Humanos le dijera a España que había hecho las cosas mal, violando una norma básica en cuanto al respeto de los derechos humanos como la irretroactividad de las penas. Es decir, no se puede aplicar una jurisprudencia a un reo que ha sido condenado según unas leyes, una jurisprudencia anterior. Ése fue el camino que emprendieron en su día los jueces españoles para que llegado el siglo XXI, frenar la salida de presos etarras que según un Código Penal anterior a 1995 podían redimir penas y estar antes de los 20 años en la calle, aunque en su sentencia pusiera una condena de cárcel de tres e incluso cuatro cifras.

La decisión del tribunal europeo desgarró como el cuchillo abre un retal de seda las pocas esperanzas que aún quedaban en el colectivo de las víctimas de sentir que, al menos, se había hecho justicia. La imagen de Francisco Mateo, hermano de un guardia civil vejeriego, asesinado en el País Vasco, es el estandarte de ese grupo de personas que perdieron la poca fe que les quedaba en la Justicia.

Si de algo sirven experiencias tan lacerantes es que algo de provecho se puede sacar de ellas. Por eso, el legislador debe tener muy presente que el camino más corto, la solución más desesperada, puede tener unas consecuencias aún peores que el remedio que se buscaba.