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En bicicleta a la Almoraima

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Cuando Francis Fukuyama escribió en 1962 su libro 'El fin de la Historia y el último hombre', en el que defiende la teoría de que la historia humana como lucha entre ideologías ha concluido, no sabía que el último bastión comunista en occidente estaba localizado en Andalucía. A continuación el autor mantenía que había dado inicio a un mundo basado en la política y economía de libre mercado. Se había impuesto el fin de las utopías. Era la consecuencia directa del fin de la Guerra Fría y la caída del muro de Berlín. Se anunciaba explícitamente de esta forma el fracaso de los regímenes comunistas, viniendo a demostrar que la única opción viable es el liberalismo democrático. Pero Andalucía es roja como el maillot de la vuelta ciclista a España. Roja como las bicicletas que tomaran ese color para impulsar el «cambio de modelo productivo». Roja como los tomates que se cultivan en pleno término de Castellar. Roja como la sangre de los ciervos de esos montes que limitan con el parque de los Alcornocales. ¿Y anunciaba Fukuyama el fin de las ideologías? Pues a colación con la Almoraima y con la sensata decisión de Arias Cañete de vender la finca, el Sindicato Andaluz de Trabajadores manifiestan que «la Almoraima no se vende, se defiende. Por la autogestión de la tierra pública. ¡Viva Andalucía libre! ¡Viva la autodeterminación de los pueblos!». Está claro que a Fukuyama se le ha ido al traste su libro y su teoría con semejantes sujetos que habitan la milenaria tierra andaluza. Lo de milenaria no es ninguna indirecta, es simplemente la realidad que preconizan, la de la vuelta a la caverna. De eso sabe mucho Platón.

Cualquier persona sensata que se precie y que tenga sentido común, tiene despierto su instinto conservacionista y de respeto al medio ambiente. Algunos se autodenominan ecologistas. Otros simplemente respetuosos con el entorno natural. Ahora se definen ecologistas autogestionarios. Es como llamarse izquierda unida-los verdes, en lugar de comunistas en acción permanente.

Los que somos de Cádiz vivimos rodeados de un parque natural, al que no sabemos sacarle provecho, desde el respeto a la ley y al medio ambiente, lo que es perfectamente posible. Así, muchas de las poblaciones limítrofes con el mismo se encuentran asfixiadas económicamente por su propio entorno, pero eso sí, respirando el aire más puro del universo. Los usos pretendidos sobre la Almoraima son perfectamente compatibles con el respeto al medio, pero mucho más interesante económicamente que la gestión colectiva de la tierra y su inclusión en un banco público de tierras. Espero llegar algún día pedaleando a la casa convento y comer en la Gañanía, pero que eso sea la palanca del desarrollo económico andaluz, me parece la penúltima gran tontería de los no menos tontos políticos que habitan nuestra tierra.