Plaza de Manila (Filipinas) donde se encuentra la estatua de 'Justo' Ukon Takayama. Foto: Archivo
cultura japonesa

La beatificación del 'samurái de Cristo'

Ukon Takayama lideró el éxodo de los cristianos japoneses a Filipinas en el siglo XVII

MADRID Actualizado: Guardar
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“No quedó en Japón ningún sacerdote: todos fueron expulsados. La comunidad permaneció en la clandestinidad, conservando la fe y la oración mientras permanecían ocultos”. Con estas palabras, el papa Francisco alabó el pasado jueves en su catequesis sobre el Bautismo el valor de los cristianos nipones que sufrieron su persecución en el país asiático desde el siglo XVII hasta el siglo XIX.

Este recordatorio del Pontífice significó una buena noticia para el obispo de Nagasaki, Joseph Mitsuaki, quien representa a la Conferencia Episcopal japonesa. El organismo acaba de presentar en Roma la extensa documentación necesaria para abrir el proceso de beatificación de uno de sus compatriotas: Ukon Takayama, más conocido como el 'samurái de Cristo'. “Se le pidió que dejara su fe, pero prefirió no abandonarla y perder así su estatus social, su riqueza, sus territorios y su castillo. Abandonó todas sus propiedades y además fue expulsado. Muchos de los valores que tenía son muy válidos para nosotros hoy en día”, explica el obispo japonés quien espera la beatificación del samurái para 2015, cuando se cumplen 400 años de su muerte.

Actualmente, hay declarados 42 santos y 393 beatos nipones, todos mártires del catolicismo. Por esto último, el caso de Takayama es especial porque su muerte fue natural. Sin embargo, como muchos japoneses durante aquellos dos siglos, sufrió la persecución y el exilio, donde demostró su honor, sus virtudes heróicas y su liderazgo. Estas son las características en las que se apoya la Conferencia Episcopal del país para convertirlo en beato.

'Justo'

Ukon Takayama nació en Osaka en 1552. Su padre se convirtió al catolicismo y con él, toda su familia. Ukon fue bautizado a los 12 años y recibió como nombre de bautismo 'Justo'. Cuando creció, se convirtió en un importante 'daimio' -señor feudal- y construyó la primera iglesia de Kioto, que fue destruida años después. Entabló relación con las personalidades más poderosas del país, pero siempre se mantuvo independiente. Además, destacó como samurái al dirigir ejércitos, siempre intentando limitar la pérdida de vidas, y consiguió grandes victorias para el emperador Hideyosi Toyotomi. Este monarca inició la prohibición del catolicismo y la expulsión de los jesuítas del archipiélago en 1587. A pesar de ello, Takayama y su familia se mantuvieron fieles a la religión católica y sus dominios sirvieron de refugio a muchos cristianos perseguidos. Sin embargo, el nuevo 'shogun' -general que gobierna el país en nombre del emperador- Ieyasu Tokugawa prohibió por completo la religión en 1614 y procedió a la expulsión de todos los católicos, fueran eclesiásticos o laicos.

El 'samuái de Cristo' hizo honor a su apodo y se mantuvo fiel a su fe. Abandonó todos sus feudos, riquezas y títulos y, junto a su familia, se exilió a Filipinas. Con 62 años, Takayama lideró el éxodo de un total de 300 cristianos que abandonaron su país para no volver jamás. 'Justo' murió a los pocos meses de su llegada a Manila debido a una enfermedad y su funeral fue de estilo español, ya que entonces Filipinas era colonia de España, y con honores militares.

A finales del siglo XIX y coincidiendo con la reapertura de Japón al exterior, el catolicismo dejó de estar prohibido en el país. Hoy en día, existen medio millón de católicos en el archipiélago nipón, lo que constituye solo un 0,5% de la población total. Los cristianos peregrinan a los lugares donde Takayama vivió y murió, sobre todo a la estatua que recuerda su figura en Manila, un imponente samurái que sujeta con fuerza una cruz de Cristo.