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La grande bellezza

JUAN MANUEL BALAGUER
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No podría entenderse el sensualísimo guion del filme de Paolo Sorrentino, 'La grande bellezza' dramatizado en escenarios distintos a los que ofrece la prodigiosa Roma, como así no podría soportarse la actitud abandonada, informe, del elegante personaje que interpreta Toni Servillo, sin el sostén arquitectónico adusto de este portento de anciana urbe, alivio de peregrinos, virgen madre de la belleza sustanciosa y sustantiva. No podría haberse rodado en Lugano, por citar a una ciudad pulquérrima, porque la belleza indiscutible de esta villa del Ticino suizo, como las de las rutilantes Taormina, Ciudad del Cabo, Amalfi o San Sebastián, está demasiado vinculada con el paisaje de un entorno natural enmascarador. Roma, y sus litúrgicas colinas, forman parte de un paisaje moral decrépito, de un ejercicio de suicidio armónico, cuyas pautas de comportamiento obedecen a una belleza arruinada, la propia de los vestigios arqueológicos de una gran civilización, hija de los abusos licenciosos y los dispendios manirrotos. La belleza, para expresarse plenamente, precisa del aderezo de cierto abandono, de cierta lasitud sedosa, y sobre todo, de un riguroso equilibrio armónico. Sin belleza, como sin amor, sin armonía atmosférica pues, no puede el ser humano encarar su vida con esperanza, como no puede arrostrar los vendavales de la pasión y las emociones de las dudas anímicas con éxito.

Contemplar cómo en Burgos se echan a la calle los vecinos encendidos por una acérrima ira, con un ignorante encono contra la democracia, creyendo que es todo lo contrario, esto es, que es una expresión libérrima y ubérrima de eficaz democracia, afecta al paisaje del alma colectiva de una ciudad capacitada para explicar las bellezas didácticas del más hermoso gótico. No se dirimen así los litigios contra los gobernantes a instancias del hastío. La vida social, la vida colectiva, es de suyo un ejercicio hermoso, un compromiso con la armonía social, con la cohesión afectiva respetuosa, la que pierde toda fuerza moral y ética, legal incluso, al reclamarle al gobernante cualquier rectificación desde la violencia inarmónica alejada de cualquier tipo de belleza. La hermosura insoslayable de los paisajes armónicos del mundo del derecho y las obligaciones, se basa en una robusta buena educación; en la gran belleza de la cultura sosegada.