Seguidores de los Hermanos Musulmanes apedrean a los votantes en la aldea de Al-Ayaat, cerca de Giza. :: KHALED KAMEL / AFP
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Egipto ya mira a las presidenciales

La primera jornada del referéndum constitucional evidencia el profundo cisma social que vive el país

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Ajenos a la violencia que causó la muerte de al menos siete personas ayer en Egipto, los defensores de la nueva Constitución y del 'estatus quo' que impusieron los militares tras el golpe de Estado del pasado verano acudieron a las urnas para apoyar el texto que blinda el poder del Ejército y que confían que traerá estabilidad al país. Lejos de ese ansiado equilibrio, la primera jornada del referéndum constitucional volvió a evidenciar el profundo cisma social que se vive en Egipto, donde la oposición, que ha decidido boicotear la cita, ha sido silenciada por las autoridades. En las colas de los colegios electorales era ayer casi imposible encontrar a un solo votante que no apostara por el 'sí'.

La nueva Carta Magna no es lo único que se somete estos días a referéndum en Egipto. El 'sí' lleva implícito un apoyo a las políticas de mano dura que las nuevas autoridades vienen aplicando desde el golpe que derrocó al islamista Mohamed Mursi y otorga, además, carta blanca al general Abdelfatah el-Sisi, jefe del Ejército, para que se presente a las próximas elecciones presidenciales.

Pocos reconocían ayer haber leído la Constitución. «Me he informado a través de la televisión, y creo que es un documento que nos protege a todos los egipcios, que garantiza nuestros derechos», explicaba Salma Ahmed, mientras esperaba pacientemente la cola para votar en un colegio del barrio de Doki. Para este ama de casa de 32 años, la Carta Magna es «un paso adelante en el país, un texto que nos va a traer la estabilidad», señalaba, haciendo hincapié en el concepto que más se ha machacado en las últimas semanas desde los medios oficiales, el de la estabilidad en contraposición al terrorismo que las autoridades achacan a la oposición islamista.

Por la mañana una pequeña bomba estallaba poco antes de la apertura de los colegios electorales a las puertas de un tribunal del barrio de Imbaba, en la capital, sin causar daños personales. La mayor parte de los medios oficiales, así como muchos votantes del barrio atribuyeron rápidamente la autoría a los Hermanos Musulmanes, a pesar de que nadie había visto quién puso el artefacto explosivo. Abu Shadi, que vive al lado de la corte, escuchó la explosión «y eso me dio aún más energías para venir a votar hoy. Los egipcios somos faraones y no tenemos miedo de nada», aseguraba. Este trabajador de una empresa de aluminio votó a los Hermanos Musulmanes y a Mursi en las pasadas elecciones pero acabó decepcionado porque «un año después estábamos en la miseria, por eso apoyo hoy a los militares», afirmaba.

La cofradía, a la que las autoridades han declarado grupo terrorista era ayer el blanco de las iras de los que respaldaban la Constitución. Aunque la hermandad ha condenado los últimos atentados que han tenido lugar en el país, el Gobierno ha lanzado una campaña para aplastar a este grupo islamista, y ha detenido y encarcelado a miles de sus miembros. Sus simpatizantes siguen saliendo casi diariamente a las calles en pequeñas manifestaciones que son rápidamente dispersadas por la Policía.

El voto de Mubarak

Varias de estas protestas acabaron ayer en sangre. Cuatro personas murieron en Sohag, al sur del país, una en Beni Suef, al sur de El Cairo, y otras cuatro en Guiza, todas ellas en enfrentamientos entre simpatizantes de la cofradía y las fuerzas de seguridad. Las informaciones sobre quién inició la violencia eran ayer contradictorios y mientras que la hermandad aseguraba que gran parte de las víctimas eran seguidores de Mursi, el Ministerio del Interior hablaba de francotiradores islamistas que habrían intentado evitar que la gente acudiera a votar.

El ministro de Interior había advertido por la mañana de que las fuerzas de seguridad desplegadas por todos los colegios electorales del país utilizarían «una fuerza sin precedentes» contra los que intentaran alterar la jornada electoral. «Que todo el mundo esté tranquilo, que estamos velando por su seguridad», aseguró Mohamed Ibrahim en la televisión estatal. Unos 160.000 militares y 200.000 policías han sido asignados para salvaguardar la paz durante los dos días de voto.

«Los muertos, la división de los egipcios, los problemas que se han creado. ¿qué ha pasado con los 30 años de corrupción? ¿Ya nadie se acuerda?», se lamentaba ayer Salah, un taxista que había decidido boicotear el referéndum. «Ni soy hermano musulmán ni quiero saber nada de ellos, pero esto que está teniendo lugar hoy es el regreso del régimen de Hosni Mubarak», sentenciaba este egipcio.

Precisamente, el hombre que gobernó el país con puño de acero durante tres décadas y cuya brutal gestión desencadenó la revolución que acabó con su mandato en 2011, quería votar ayer a favor de la Constitución, según dijo su abogado, Farid el-Dib, a la agencia Reuters. Mubarak, que está siendo juzgado de nuevo por la muerte de manifestantes durante las protestas de 2011, se encuentra en un hospital militar, después de que fuera excarcelado el pasado agosto.