Arquitectura y verdad
Actualizado: GuardarNo es tan importante la lámpara como la luz que da» sostenía Alejandro de la Sota, un arquitecto falangista que hizo obras de tan rabiosa modernidad como el Gobierno Civil de Tarragona de 1954, contradiciendo a quienes justifican el torpe eclecticismo historicista de esa época como la arquitectura propia del franquismo. Sota (1913-1996) era un excelente profesional y entendía su oficio como disciplina científica. Mal servicio hizo a la arquitectura un racionalista como Kant quien en su cosmogonía incluye a ésta entre las Bellas Artes, pues como sostiene Antonio Miranda, «cuando las artes contaminan a la arquitectura ésta está en su momento más bajo». A principios del siglo XX, el encuentro de la nueva objetividad con el constructivismo soviético y con el funcionalismo humanista condujo a una arquitectura auténtica, la primera desde el gótico. El objeto de la arquitectura ya no es sino la funcionalidad, y su belleza sólo es consecuencia de la verdad, tal como sostenía la Estética de Platón.
Así, desde la moderna crítica arquitectónica, las Torres de la Luz de la Bahía de Cádiz se incluyen entre la mejor arquitectura española del siglo XX. Se trata de dos torres de elegante pureza estructural en la línea que inicia la Torre Eiffel levantada para la Exposición de Paris de 1889, seguida por el Memorial a la Tercera Internacional de Vladimir Tattlin, icono del constructivismo ruso. Pero el precedente más claro de las torres gaditanas lo constituye la Torre de Radiodifusión de Moscú (1920-1922) de Vladimir Shújov, modelo en que sin duda se inspira Nero Scala para proyectar las torres de tendido eléctrico sobre el Estrecho de Messina, como las de Cádiz que se levantan simultáneamente. Recientemente, la Tokyo Skytree, en la capital de Japón, recupera en 2003 esta sucesión de modernas atalayas metálicas, bellas como máquinas de guerra. En esta línea de belleza como esplendor de la verdad incluyen los historiadores del arte contemporáneo a las torres gaditanas que durante mucho tiempo resultaron inadvertidas salvo para los habitantes de la Bahía quienes siempre han representado los hitos de un territorio cuya planeidad sólo permite ser reconocido a través de la cartografía. Hoy su altiva belleza recuerda también la pujanza del tejido industrial del pasado reciente.