Sociedad

El Pontífice bautiza a la hija de una pareja casada por lo civil

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El Papa se posicionó ayer con su actitud ante el debate abierto en muchos lugares del mundo sobre la conveniencia de amamantar a un bebé en público. «Si los niños tienen hambre, madres, dadles de comer sin pensarlo dos veces, porque son las personas más importantes que se encuentran aquí», dijo ayer Jorge María Bergoglio a las mujeres que asistían al bautizo de sus recién nacidos, 32 en total, en la Capilla Sixtina del Vaticano.

Consciente del lugar en el que se celebraba el acto, Francisco ahondó en la cuestión: «Tenemos aquí un coro con nosotros, pero el coro más hermoso es el de los niños que hacen ruido. Algunos lloran porque no están cómodos, otros porque tienen hambre», dijo a los padres para invitarles a continuación a que no se sintieran «intimidados por los espectaculares frescos de Miguel Ángel».

A diferencia de sus predecesores en este tipo de eventos, Francisco evitó dar una larga homilía y prefirió improvisar un breve discurso sobre la infancia. La intervención del Papa no sorprendió a los padres, padrinos y otros invitados que llenaban la histórica capilla, porque su actitud, aunque inesperada, está en la línea «de lo que nos está acostumbrando» este Pontítice, según comentaron algunos asistentes. La mayoría de ellos suelen ser trabajadores del Vaticano. El Papa les recordó que deben transmitir la fe a estos niños, porque ésa es «la mejor herencia» que pueden recibir.

Antes de terminar el acto, volvió a romper moldes. Entre los bautizados figuró un niña, Giulia, de siete meses cuyos padres, una pareja italiana, sólo están casados por lo civil. «Las puertas de la Iglesia nunca pueden cerrarse, ni podemos negar el bautismo a un niño», advirtió el miércoles, en otra intervención, premonitoria.