SALVAJES
Actualizado:Días atrás iba en el coche de camino a casa cuando puse la radio y escuché de refilón algo de 'incidentes' en el partido Racing de Santander-Almería de Copa del Rey. Uno que ya va peinando canas en esto de ver fútbol no podía imaginar lo que esos 'incidentes' encerraban.
Lo que se vivió en El Sardinero es de esas cosas que te hacen reflexionar profundamente sobre el mundo que estamos construyendo entre todos y el legado que les dejamos a nuestros hijos. Adultos convertidos en salvajes, adolescentes aspirantes a ser ese tipo de adultos; miembros de seguridad sin el poder moral (y físico) para detener a esas 'personas' que irrumpen en la tranquilidad de un rato de ocio, que asustan a pequeños que pretenden alimentar una ilusión de la mano de sus padres y lo único que se llevan de ese día es un miedo tremendo a volver a sentarse en esa butaca desde la que se ven volar botellas, asientos, patadas.; matones de discoteca defendiendo a un presidente que se mantiene impertérrito ante el escándalo y el temor que pasan sus 'invitados' en el palco. Y lo que es más peligroso de todo: gente justificando los hechos horas después del bochorno vivido.
Nada, absolutamente nada, justifica actuar de la forma en la que lo hicieron aquellos que decían defender los intereses del Racing, que criticaban la forma de gestionar el club por parte de los dirigentes. Porque cuando se encuentra un pretexto para hacerlo se abre la veda sobre futuras consideraciones particulares. Agresiones a la carta que terminan cimentando enfrentamientos de toda índole y que nos dejan imágenes impropias del 'fair play' que tanto se pregona alrededor del fútbol, como la cabeza de un aficionado brasileño pisoteada, niños amenazados por ocupar una silla 'equivocada' en el Bernabéu o un árbitro huyendo del terreno de juego porque a algunos futbolistas no le han gustado sus decisiones.