No salimos con cuidados paliativos

Las noticias sobre la evolución de la pobreza están peligrosamente acostumbrando al ciudadano a una realidad que sólo recuerdan los más viejos del lugar. En esta situación de posguerra en la que viven miles de gaditanos, el sol nunca sale por las mañanas hace demasiado tiempo y sus pocas esperanzas se las aportan organizaciones como Cáritas. Colectivos como éste, Cruz Rojas, Fundación Valvanuz, Caballeros Hospitalarios y otros dibujan el retrato más fiel de una sociedad hecha jirones por el desempleo, la falta de recursos y la profunda desconfianza en quienes deberían dirigir este país hacia la salida más justa antes y ahora. El escepticismo institucional ha arraigado con vigor en el suelo patrio y crece con fuerza abonando un terreno propicio para que el populismo, el extremismo y los falsos salvadores se erijan más pronto que tarde, reproduciendo negras épocas pasadas.

Por el bien de la democracia, es fundamental que las instituciones y todos los agentes con capacidad de no malear más la situación presente y futura recuperen la confianza de la ciudadanía. Y en esa ingente labor que tienen por delante, el esfuerzo tiene que ser ímprobo para los que menos tienen.

El futuro de 8.200 familias gaditanas que viven en situación de pobreza extrema no pueden estar sólo en manos de organizaciones como Cáritas que se están dejando la piel y sus recursos en esta crisis. La labor asistencial que está realizando, al igual que otros colectivos, es un ejemplo de que no todo está perdido en esta depresión. Ellos son el madero al que están agarrados miles de españoles hundidos en un naufragio provocado por el iceberg de la codicia. Pero esa responsabilidad es del Estado, a quien le competen unir esos maderos y de nuevo construir las barcas que permitan a esos compatriotas salir a flote y constituir una gran flota que sepa capear un nuevo temporal.