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Venezuela teme a sus muchachos
Maduro llama la atención sobre la proliferación de bandas juveniles, espoledas por el dinero fácil y la impunidad de las autoridades
LA HABANA. Actualizado: GuardarMiedo. Los venezolanos, especialmente los residentes en los grandes núcleos urbanos, viven con miedo. Habitantes de Caracas, Lara o Barquisemeto temen salir de noche para no ser víctimas de robos, tiroteos o secuestros. Ante la inseguridad y para no llamar la atención esconden los móviles, ocultan la ropa de marca y evitan desplazarse en coches lujosos. Las bandas de delincuentes -solo en la parroquia caraqueña de Petare conviven medio centenar- no dejan de multiplicarse en los últimos años incentivadas por el dinero rápido y la impunidad de los gobernantes. Cuando Nicolás Maduro dijo el pasado miércoles aquello de «dejad que los muchachos se acerquen» se refería precisamente a los jóvenes que viven en esos ambientes. La salvación que les ofrece el mandatario es una difícil reinserción social después de que entreguen sus armas.
El asesinato de la exmiss Mónica Spear y su esposo, Thomas Berry, ha desatado la indignación ciudadana y ha reabierto un debate muy politizado en el que se escuchan voces que incluso piden la pena de muerte para los delincuentes. La violencia se desata a cualquier hora y no distingue clases sociales. Una exreina de la belleza de vacaciones en su país, un estudiante de quince años, un policía que regresaba a su casa o un agente y un maleante muertos en un tiroteo son tan solo un ejemplo de los crímenes contabilizados en los últimos días en Venezuela. Una lista negra que se repite semana a semana. Hasta el propio Gobierno reconoce el problema. En el país petrolero -en el que residen 29 millones de habitantes- la tasa de homicidios registrada el año pasado fue de 39 por cada 100.000, aunque organizaciones no gubernamentales como el Observatorio Venezolano de Violencia elevan la cifra a 79 por cada 100.000.
Asesinatos sin resolver
«Los venezolanos viajamos con el credo en la boca y la cruz en la mano», afirmaba el taxista Daniel Torres a la cadena británica BBC. «Que se te pinche un caucho o el carro se te dañe en carretera es el mayor peligro, sobre todo porque después de las once de la noche uno no ve una patrulla», se dolía tras reconocer que por las noches no respeta los semáforos en rojo para evitar que le roben.
En un tiroteo registrado el viernes en la localidad de Cotiza -noreste del país-, los propios vecinos recolectaron decenas de cartuchos detonados del suelo, donde también se encontraron con restos de granadas. Llegaron a contar más de 70 impactos de proyectil en vehículos, paredes y puertas del callejón en el que se produjo el suceso. Una de las vecinas dijo que fue un enfrentamiento entre dos grupos por el control de la zona, uno de ellos integrado por maleantes que venden droga y portan armas de alto calibre.
«A las nueve y media comenzamos a escuchar los disparos como si se tratase de una guerra. Mi esposo, mis dos hijos y yo nos tiramos al piso. De hecho dormimos en el suelo. Nunca había vivido una experiencia como esta. Durante más de 45 minutos se extendió el tiroteo, cuando abrí la puerta de mi casa observé que los sujetos portando capuchas y chaquetas negras arrastraban a uno de los muertos», señaló la mujer.
«Estamos a la buena de Dios. Ni un funcionario policial se presentó en el lugar. Nosotros mismos agrupamos más de 300 cartuchos de bala», explicaba a la prensa Mauricio Gómez, vecino de la parroquia. «Después de las seis de la tarde hay un toque de queda. Las bodegas son blanco de asaltos hasta dos veces a la semana. También en las paradas los usuarios de transporte público han sido víctimas de atracos», explicaban otra testigo del tiroteo.
Esta situación no es única. Y se multiplica en las zonas calientes del país. La clase media alta se refugia tras los muros de sus urbanizaciones, no van a la playa y viajan en caravanas. Los criminólogos atribuyen este alto índice de criminalidad -Venezuela es uno de los países más violentos del mundo- a la gran impunidad de los sucesivos gobiernos. El abogado criminalista Fermín Mármol sostiene que las instituciones públicas «no cumplen con su labor de prevenir y reprimir el delito y eso hace que solo se resuelvan ocho de cada 100 asesinatos». «La impunidad genera imitación. Hace que muchos jóvenes se sumen a las filas de las bandas criminales porque ven el delito rentable y de poco riesgo», agrega.
«Show y paranoia»
La proliferación de millones de armas, el salario cada vez más bajo de los 200.000 agentes que forman parte de los diferentes cuerpos de seguridad, el hacinamiento carcelario -y su fracaso como centro de readaptación- o las políticas oficiales que atribuyen la violencia a la desigualdad social son algunas de las causas de esa guerra interna, coinciden los expertos. Sin embargo, Maduro critica a los medios que lo denuncian. El mandatario calificó de «show» y «paranoia» la cobertura del asesinato de Mónica Spear para «desmoralizar» a los ciudadanos y alimentar «el odio de quienes desprecian a Venezuela».
Para la Iglesia, sin embargo, «la violencia sigue siendo un problema principal y fundamental en el país, pero hay otras cosas más importantes o de más relieve en este momento como el problema económico y de escasez que tiene el pueblo en este momento», señaló Monseñor Diego Padrón, presidente de la Conferencia Episcopal.
El sucesor de Hugo Chávez reconoce el problema y para atajarlo ha sacado a los militares a la calle. A su juicio, la única vía para resolver la situación de inseguridad es el 'plan de pacificación y desarme', un proyecto debería estar listo y dando sus frutos el próximo 4 de febrero. «Digamos alto ya a la matazón, porque esta joven (Spear) debería estar viva. Estoy obligado a proteger a los venezolanos que quieren vivir», prometió Nicolás Maduro tras remodelar su Gobierno para atajar la oleada de violencia que castiga al país.
personas fueron asesinadas el año pasado en Venezuela, cuatro veces más que hace quince años, según los datos facilitados por el Observatorio de la Violencia.
de cada cien homicidios quedan sin resolver.