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CARTAS DE LOS LECTORES

Cerrar el candado

VÍCTOR NARANJO.
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La primera vez que vi candados puestos en las barandillas de un puente me quedé un tanto despistado, ya que yo desconocía que las muestras y compromisos de amor hubieran cambiado los lienzos de los troncos de los árboles (en los que de manera tradicional siempre se grababan corazones atravesados por flechas) por las barandas de los viaductos y pasarelas, pero, como es natural, los años pasan y las formas cambian. Cerrar el candado y arrojar la llave al agua, una promesa de enlace eterno, un sentimiento de perennidad en tiempos de incertidumbre y obsolescencia programada. Sin la menor intención de ser nostálgico del pasado ni defensor de las viejas tradiciones, la verdad, no acabo de captar que un utensilio destinado a cerrar, limitar y guardar dominios y posesiones sea el objeto apropiado para expresar o simbolizar el amor entre dos personas por fuerte que sea su amor. Desgraciadamente, abundan los casos de personas que interpretan de manera equivocada lo del cierre del candado, incluso llegando a matar a sus parejas cuando estas tratan de usar la llave que les permita salir de una morada cargada desengaño, infelicidad o maltrato. Unidos por voluntad y deseo, no por presión y miedo.